Prof. Eloy Torres
De las lecciones sobre Historia de la Diplomacia
que impartiese el Embajador, Profesor y amigo, Demetrio Boersner destacan unos
elementos sobre el Medio Oriente como un escenario marcado por la inestabilidad. Dos elementos
sobresalen: Los acuerdos Sykes- Picot y el petróleo.
El primero, es decir, los acuerdos Sykes- Picot,
fue un acuerdo secreto en 1916 entre Francia y Gran Bretaña para establecer las
fronteras en toda la zona. En el fondo la idea era repartirse los territorios,
una vez derrotada la alianza de los Imperios centrales y el Imperio Otomano.
Hemos dicho en otras ocasiones que Rusia estaba incluida en esa ecuación; pero,
la Revolución bolchevique modificó esa intención geopolítica. Esos acuerdos
fueron bautizados con los nombres de quienes los firmaron: Sir Mark Sykes de
Gran Bretaña y François Georges-Picot de Francia.
El segundo elemento es el petróleo. Todos sabemos
de la enorme riqueza de ese rubro negro en el subsuelo de esas arenas que hoy
arden gracias a la sangre de sus habitantes. Muchos invocan el hecho religioso, como un detonador determinante;
pero, en realidad lo que está detrás de todo ese drama es el oro negro. Muchas
veces los analistas se dejan llevar por la prisa mediática. Lo imprevisible de
los acontecimientos los arropan y los marcan; pues, nunca alcanzan a descifrar
el acertijo; que no es por el idioma árabe, sino que es algo que va más allá de
la barrera del idioma. La primera equivocación fue bautizar al proceso que
sacudió la polvareda de las arenas árabes, como una “Primavera Árabe”. Craso error. El mundo árabe
no busca la democracia al estilo occidental. Ellos todavía son prisioneros de
un esquema conjugado: política, religión y cultura. No hay secularización como
ocurrió con el Occidente.
En esa realidad hay una multiplicidad de actores
que al mismo tiempo exuda una variedad de visiones e intereses. Ello implica un
reacomodo en su situación geográfica. La Invasión de Sadam Hussein en 1990 a
Kuwait fue una señal de alarma que apuntaba desconocer los acuerdos Sykes-Picot
y que casi nadie observó. Hoy toda esa zona comienza buscar asientos para
discutir su realidad. Ella está formada por varias expresiones: los Estados
periféricos: Irán, Turquía, Egipto; los Estados centrales que dibujan una media
luna geográfica: Israel, Jordania, Irak, Libia y Siria y los Estados del Golfo:
Kuwait, Emiratos Árabes, Arabia Saudita, Bahréin, Omán, Qatar y el Yemen.
Ciertos analistas incluyen a los de la zona del Cáucaso y del Asia Central de
las antiguas repúblicas soviéticas. Todas, a excepción de Israel, tienen un
denominador común: el Islam. En una ocasión escribimos sobre el Nuevo Medio
Oriente. Hoy se habla de un Medio Oriente ampliado. Éste concepto surgió en el
año 2004, durante la Cumbre del G-8 que apuntaba a la extensión de otras zonas
geográficas como los del cuerno de África, Sudan, Afganistán y Pakistán. Esta
tesis fue retomada por la entonces Secretaria de Estado de EEUU, Condolezza
Rice. Esa opinión fue considerada como una nueva estrategia de EEUU para
repensar sus intereses en la región con miras a fortalecer el corredor
euroasiático con el cual ellos estarían ampliando su influencia hacia el
Asia-Pacífico. Es un nuevo Medio Oriente o un Medio
Oriente ampliado.
Lo interesante de las ciencias sociales es que el
lenguaje mediático incorpora conceptos novedosos. Esto viene a cuento, pues la
noción de “Primavera Árabe” introdujo un nuevo elemento discursivo: el MENA. Es
decir el Medio Oriente y Norte de África. Aunque no todo se resuelve tan
fácilmente. La conflictividad en Siria e Irak ha cambiado todo el discurso y
generado el surgimiento de un nuevo paradigma para analizar esta realidad. Hay
una complejidad conflictual que se siente en el norte de la zona que abraza al Mediterráneo
y que alcanza a Pakistán El surgimiento
del ISIS, el Estado Islámico o el Califato, al principio siglo XXI coloca sobre
la mesa de discusión, la posibilidad de reconstruir las fronteras del Medio
Oriente, el cual hoy se pretende llamar, ampliado.
El tema de la recomposición fronteriza de esa
conflictiva zona no es nuevo. Por lo menos ya ha sido tratado tímidamente por
los analistas estadounidenses, aunque no reflejen la definitiva, como oficial,
postura del gobierno de EEUU. Nos encontramos con el caso de los kurdos y
el Kurdistán. Éste ya comienza a mostrar un rostro con forma de mapa. Todos
los actores de la zona lo piensan, incluso Turquía, como fórmula para disminuir
la conflictividad. Luego del desastre que significó la intervención unilateral
de los EEUU en Irak, éste se ve amenazado ante la posibilidad de ser
“descuartizado” en tres partes: el Kurdistán, el shiíta y el sunita. El
petróleo hace acto de aparición; ese Estado sunita no tendría el oro negro.
Irán quedaría como un Estado shiíta puro en esencia y marcado por su visión
zoroástrica y perdería territorios en detrimento del Azerbaiyán y del
Kurdistán. Azerbaiyán podría convertirse en el punto de apoyo que tendría los
EEUU en la zona. El reino de Arabia Saudita también perdería territorios que
obtendrían tanto el Yemen como Jordania. Hay versiones según la cual Medina y
La Meca se convertirían en un Estado islámico sacro, cuya forma se inspiraría
en El Vaticano.
Israel volvería a las fronteras de antes de 1967. Recuérdese
que Kissinger habló de la necesidad de que Israel se entendiese con sus
conflictivos vecinos. De esta manera, Israel sobreviviría y no desaparecería
del mapa. Siria, por su parte, perdería su acceso al Mar Mediterráneo y Rusia
no contaría más con su base en Tartus. El Líbano ganaría. Afganistán ganaría en
tanto que Pakistán pierde en ese arreglo, particularmente por la mirada
satisfecha de su vecina: India.
La tragedia de Siria e Irak potencia este onírico
proyecto, cuya viabilidad dependerá del elemento racional que aborde las
mentalidades de los decisores. Los últimos hechos entre los cuales destaca los fait accompli de las accidentadas
conversaciones entre los líderes, el turco Erdogan y el kurdo Berzani, con un
notable giro hacia un entendimiento en la zona, hace que los perdedores en la I
Guerra, hoy saldrían beneficiados de la crisis de Siria y del reacomodo
fronterizo del cual se habla. Los kurdos tienen en sus manos una gran oportunidad.
Pueden crear su propio Estado y dejarían de ser los parias de la zona. Gozan
del apoyo estadounidense y el gobierno de Israel observa con buenos ojos, ese
entendimiento, pues es un ejemplo que deberían seguir los palestinos. Turquía,
hemos dicho en otras ocasiones ha mostrado un pragmatismo en su política
exterior. El Medio Oriente es su zona por excelencia. Es el principal socio
comercial de los kurdos y promueve la unificación de éstos, siempre y cuando no
afecte la seguridad de su frontera. Por su parte, el propio Irán no vería con
malos ojos tal entendimiento en el cual los kurdos fortalezcan su presencia en
un territorio autónomo. Está por verse.
Evidentemente estamos en presencia de algo que se
puede dar o no. Falta mucha tela que cortar. De ser asertiva la propuesta de
reacomodar las fronteras, en aras de construir un Medio Oriente extendido,
estaríamos frente a un nuevo paradigma que las modificaría, pero no en el sentido
pretendido por Bashar Al Assad o Saddam Hussein,
es decir un panarabismo, sino frente a uno
que decretaría la muerte de los acuerdos de Sykes- Picot. Éstos respondían
a los intereses de los firmantes: Francia y Gran Bretaña (Rusia no lo firmó,
pues vino Lenin y cambió el curso de su política exterior). Aquellos hicieron
un reparto acomodaticio de las fronteras en esta zona sin la participación de
los sujetos de esos acuerdos. La respuesta habrá que verla. Se avecinan
cambios. ¡Sorpresas te da la vida! canta Pedro Navaja de Rubén Blades.
@eloicito
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