Dr. Kenneth Ramírez
Con apenas tres meses y medio en el poder, el Rey Salman bin Abdulaziz
Al-Saud ha introducido grandes cambios en el liderazgo saudita. Hay por lo
menos dos maneras de entenderlos. Por un lado, como una
decisión positiva hacia una transición generacional largamente esperada desde
los hijos a los nietos del Rey fundador, Ibn Saud - quien dispuso que la corona
pasara de hermano a hermano a través de cada generación-; así como el
empoderamiento de algunos de los más brillantes príncipes de esta nueva
generación. No obstante, esta historia tiene otra lectura sombría, la cual
apunta a un golpe de Estado de la rama Sudairi de la Casa Saud. Los Sudairi son
los hijos y nietos nacidos a partir de la unión del Rey Ibn Saud con su esposa
favorita, Hassa bint Ahmed al-Sudairi. Esa unión produjo siete hijos, el mayor
bloque de hermanos completos dentro de los treinta y siete hijos varones del
Rey fundador. El fallecido Rey Fahd era el mayor de ellos, pero también el fallecido Ex-Ministro de Defensa y
Príncipe heredero Sultan, el fallecido Ex-Ministro del Interior y Príncipe
heredero Nayef, y ahora el Rey Salman. Durante décadas, los Sudairi han constituido
una agrupación muy fuerte dentro de la familia real, y en los años de reinado efectivo
de Fahd (1982-1995) controlaron el país. Empero, su cohesión y ambición han
provocado rivalidades con sus medios hermanos, a quienes disgusta sus políticas
autoritarias, agresivas y dispendiosas, tanto como sus intentos de monopolizar
el poder.
Tras los cambios, casi todos
los cargos importantes en el gabinete saudita lo detenta un Príncipe Sudairi o
un funcionario capaz sin sangre real como el nuevo Canciller, Adel Al-Jubeir.
Sólo el Príncipe Mutaib, hijo del difunto Rey Abdullah, permanece como miembro de
otra rama de la Casa Saud en un cargo clave (Jefe de la Guardia Nacional). Aunque
se cree que debido a su edad y frágil salud, el Príncipe Saud Al-Faisal
renunció como Canciller –tras ocupar este cargo por 40 años-, lo cierto es que
su salida también eliminó una figura poderosa de otra rama.
Lo más impresionante de
todo, fue que el Rey Salman removió a su medio hermano el Príncipe Muqrin como heredero
–quizás facilitado por ser de madre yemenita. El Príncipe Muqrin era el último
hijo de Ibn Saud en la línea de sucesión, siendo relativamente joven para los
estándares sauditas (69 años). Además, fue elegido por el finado Rey Abdullah
para suceder a Salman y evitar así una concentración de poder en los Sudairi. Esta
acción sin precedentes desde la formación del moderno Estado saudita en 1932,
ha dejado a dos príncipes Sudairi como próximos en la línea de sucesión, con
Mohamed bin Nayef (sobrino del Rey Salman, 55 años) y Mohamed bin Salman (hijo
del Rey Salman, 30 años). De esta manera, el clan Sudairi podría reinar al
menos los próximos 50 años. En
consecuencia, bien podría decirse que Arabia Saudita ha sido transformada en “Arabia
Sudairi”, lo cual no debe tener al resto de la familia real complacida.
Por ello, para aumentar la legitimidad de los cambios, se dieron bonos a
los cuerpos de seguridad y empleados públicos. En efecto, el Rey Salman ha
gastado 36 millardos de dólares en estos meses, y aunque esto sólo representa
5% de las ingentes reservas sauditas, muestra un ritmo de gasto importante.
Todo esto dio origen a una remodelación del sector petrolero, que si
bien es la base del Estado, ha estado tradicionalmente protegido de
interferencias políticas. Khalid Al-Falih, funcionario de la empresa petrolera
nacional Saudi Aramco, y su Director Ejecutivo desde 2008, ha pasado a ser Presidente
de su Junta Directiva, en sustitución de Alí Al-Naimi, y -en un movimiento
sorprendente- también fue nombrado Ministro de Salud. Por su parte, el
octogenario Naimi permanece como Ministro de Petróleo –cargo que ocupa desde
1995-, aunque no ha ocultado su deseo de retirarse y concentrarse en su Presidencia
de la Universidad Rey Abdullah de Ciencia y Tecnología. De hecho, se ha
especulado sobre si el extraño nombramiento de Khalid Al-Falih como Ministro de
Salud, es una manera de prepararlo en materia de política palaciega para
relevar a Naimi en unos meses.
El Príncipe heredero Mohamed bin Salman ha pasado a liderar el Consejo
Supremo de Saudi Aramco y el Consejo Supremo de Economía –nuevos entes
supervisores-, desde los que podrá consolidar su poder. Su visión es hacer
responder a Saudi Aramco ante su autoridad y no la del Ministerio, e
involucrarla en iniciativas económicas más allá del petróleo. Otro de los hijos
del Rey Salman, Abdulaziz bin Salman –a quien conocimos liderando activamente la
delegación saudita en el Foro Internacional de Energía-, ha sido promovido
desde el cargo de Asistente del Ministro de Petróleo –cargo que también ha
ocupado desde 1995-, a Viceministro de Petróleo. Por tanto, es otro candidato
para relevar a Naimi, y aunque esto rompería la tradición saudita de no nominar
a ningún miembro de la familia real en el Ministerio de Petróleo, la ambición del
clan Sudairi, su experiencia y el debilitamiento del Ministerio, podrían
abrirle las puertas.
No hay ninguna señal de que un nuevo Ministro de Petróleo -bien sea
Khalid Al-Falih, o el Príncipe Abdulaziz- se vaya a apartar de la política petrolera
actual de defender la cuota de mercado y tolerar menores precios del petróleo. De
hecho, el último informe de la Agencia Internacional de Energía, que señala una
caída de taladros de 60% en EEUU y una reducción en los pronósticos de producción
de esquistos, ha fortalecido el compromiso con la estrategia de Naimi en Riad.
La política petrolera y el liderazgo emergente parecen claros. Pero se
abren interrogantes sobre si Saudi Aramco o el Ministerio de Petróleo van a
convertirse en un vehículo para ambiciones y pugnas dentro de la familia real,
o si la empresa petrolera nacional se verá sobrecargada con proyectos no petroleros
que pueden terminar erosionando su eficiencia: ¿Estamos ante una
nueva “Sudairi Aramco”?
Publicado
originalmente en El Mundo Economía y Negocios
@kenopina
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