miércoles, 26 de agosto de 2015

Cuba post-Cuba. Utopía y distopía


Prof. Eloy Torres

Releyendo la “Historia general de las civilizaciones. Oriente y la Grecia antigua”, trabajo realizado  por André Aymard y Jeannine Auboyer, ambos franceses, nos topamos con ese intento por explicar las consecuencias de la extensión de Grecia; ella de la mano de Alejandro Magno, tropezó con una realidad. Cito: “…era fatal que extendiendo desmesuradamente su espacio geográfico, prestándose a contactos múltiples con civilizaciones centenarias, amoldándose a nuevas condiciones, el helenismo evolucionara e incluso se dejara penetrar por influencias extranjeras. De esta forma nació y se desarrolló la civilización helenística, no tan puramente helénica como la civilización griega clásica, también de menos altura y de menor rigor lógico, pero más flexible, más variada, mejor adaptada a una humanidad muy varia, a cuyas necesidades comunes tiene la ambición de responder” (pag. 595).

Ese fatalismo minado por el estoicismo nos señala que todo vive su determinación. Mas, también hay que decirlo, en algunos casos, ese fatalismo necesariamente no implica pesimismo. Esto, viene a cuento por el ejercicio de extrapolación que realiza, el muy respetado analista chileno, Fernando Mires, sobre la realidad cubana y su inevitable aterrizaje o fatal desenlace en el modelo chino o vietnamita.

Es muy cierto, levantar el embargo sobre Cuba configurará un ejercicio liberador sobre la sociedad cubana desde el punto de vista económico. En tanto que en lo político se busca apuntalar un esquema de dominación similar a los países señalados anteriormente. Eso es lo que se intenta. Mires considera que habrá significativos “… cambios que van más allá de las relaciones entre EE UU y Cuba. Pues aquello que ya comienza a configurarse es el fin de un proyecto estatista, vale decir, la renuncia implícita del régimen a controlar a todo el aparato económico”. Más adelante, el mismo Mires, remata con esta sentencia “… el fin del totalitarismo económico no llevará de por sí al fin del totalitarismo político, entre otras razones porque el concepto de totalitarismo tiene una connotación política y no económica”.

Si bien es cierto que el totalitarismo político trae en consecuencia la confiscación del pensamiento de la sociedad por aquellos que conducen al Estado en todas sus esferas y niveles, no menos cierto es que esa “confiscación” no se aguanta per saecula saeculorum. La sociedad encuentra los mecanismos para abrirse. Esto lo decimos desde una perspectiva histórico- evolutiva del hombre. Máxime que, Cuba, en alguna ocasión conoció las bondades de un régimen democrático.

La aludida confiscación, como dice Mires, por parte de esa “clase dominante cubana (ejército + partido)” (¿?) en efecto tiene una existencia objetiva, mas, ella  será efímera. No puede durar mucho. Cuba soportó 50 años, es verdad, pero era la guerra fría y el paredón estaba ahí; éste, acostumbra a cualquiera. Pero, también hay que decirlo: Cuba no es réplica de las sociedades aludidas, léase Vietnam y China. Sobre este última, al seguir a Martin Jacques en su obra “Cuando China gobierne al mundo”, diremos que, en efecto, ella ha alcanzado un éxito en la imposición de ese modelo, justamente por ser asiático y por responder a una axiología en específico. Ese modelo exuda éxitos por cuanto China ha evolucionado con éste y se apalanca no en el modelo clásico de “Estado- Nación, sino en el Estado-civilización. Nosotros en Occidente nos hemos formado sobre la base de la  Nación, mientras que China sobre la base de la Civilización. Ella, por lo tanto, no es sólo su historia, sino también es su propia civilización. Es un proceso vivo y dinámico, en lugar de ser estática y sin vida como aquellos cuyo objetivo es observar sólo el pasado. China piensa en el país y no en individuos, muertos o vivos. Ellos superaron a su último Dios: Mao Tse Tung y piensan, como país, que busca la felicidad para ellos y no para otros.

Paradójicamente, esa transformación en gran potencia es obra de un partido comunista. Ese proceso se inició cuando éste, como sistema universal, se derrumbaba en Europa. Ello tiene una explicación: el sistema político chino ha conservado los ancestrales rasgos tradicionales y culturales, incluso, durante el comunismo más duro. Jamás se entregaron a potencia alguna; mucho menos a países pequeños. La política China tradicionalmente ha puesto un alto valor en la importancia de la creencia moral y el ejemplo ético. Los funcionarios son educados por la enseñanza de Confucio. El compromiso de las normas éticas, como principio para gobernar, se combina con la fuerte creencia del papel de la familia y la educación en la formación de los niños.

La familia china y el Estado son complementarios, se apoyan recíprocamente. La democracia China, difiere de la que conocemos. Ellos toman como base a Confucio; ponen énfasis en la legitimidad tradicional, como la llama Max Weber. Su dominación comunista no se asemeja a la versión soviética o cubana, mucho menos a la venezolana en sus dos versiones: la inicial y mucho menos la que heredó  el poder.

Mires argumenta que la dificultad de Cuba para adaptarse a ese modelo asiático reside en la inexistencia de una “burguesía nacional”. Todos los países de la región sufren del mismo mal. Es el resultado de una forma específica del mercantilismo español. No obstante, hay que leer bien la historia. Cuba antes de la Revolución era un país dueño de éxitos que la apuntaban como próspero y culto. Pero, hay que subrayar: durante más de 55 años hemos creído en datos falseados por la imponente realidad adornada con la humeante barba de Fidel y sus 12 héroes de la Sierra Maestra. Esto es, Cuba era un burdel, propiedad de los EEUU. La mitología hollywoodense sirvió a los que la combatían: Fidel y sus 12 hombres.

Para aquellos que no tenían a mano cifras concretas, Cuba fue, repito, un burdel manejado por Washington. Por supuesto, Cuba no era un país desarrollado, ni sus riquezas se distribuían equitativamente, por cierto tampoco Fidel lo hizo. No obstante, en 1958, Cuba y su economía  saboreaba apenas el 16% del capital norteamericano invertido. En tanto que el azúcar, el principal comodity cubano era manejado en un aproximadamente 60% por cubanos. Cuba antes de Fidel tenía unas políticas sanitarias de primer orden superior frente a la región. Por ejemplo, la mortalidad infantil era la más baja. Basta releer los datos de la Organización Mundial de la Salud. Cuba había eliminado prácticamente el analfabetismo.

En 1958, Cuba tenía una población un poco menos de 6.500.000 habitantes. Disponía de una legislación laboral adelantada. Contaba con un poco más de 2,000.000 trabajadores. El desempleo era bajo. Fue el primer país latinoamericano que tuvo TV: la poderosa CMQ. Cuba observó el crecimiento de poderosa clase media; la misma que se enamoró de Fidel y su tabaco, vestido de verde oliva. Era el caudillo necesario. Igual suerte ocurrió en Venezuela y todos sabemos el resultado.

Cuba no era un burdel, como propagó la ideología del Caudillo guerrillero. Era, eso sí, un país enfermo de exclusión, incluso racial. Todavía se respira el racismo en esa isla, a pesar de los avances sociales de la misma revolución. Tampoco hay que negarlos. Insisto Cuba tenía todo para convertirse en una sociedad moderna. Faltaba el elemento político democratizador. Batista fue el epitome de esa ausencia de democracia. Es ahí donde apareció el comandante y mandó a parar y se apoderó de toda la sociedad e incluso sirvió de modelo para otras realidades en el hemisferio. Hoy Venezuela es un ejemplo. Cuba, como sociedad, se estancó en el año 1959. Quien visite ese país podrá verse en una película hollywoodense de los años 40 y 50. La realidad física cubana no ha cambiado y el transporte que permite la movilidad, no arranca pues están detenidos en esos años; no hay repuestos y la gasolina es escasa.

De modo que esa visión ideologizada y convertida en religión para la izquierda mundial y particularmente la latinoamericana según la cual Cuba antes de Fidel era una aldea empobrecida e insalubre es totalmente falsa. Lo que si hay que decir es que el sacrificio ha sido enorme para aparentar esa mentira. Cuba superará su realidad sin ese fatalismo en el cual la quieren encallejonar. La guerra fría acabó y el paredón es inservible. Ella tiene elementos estructurales en su población que la hacen dueña de un optimismo. El espíritu innovador del cubano, renacerá cual Ave Fénix, gracias a la inversión que ese Estado revolucionario hizo durante mucho tiempo: ciencia y tecnología. Hoy la dirigencia cubana es débil. Sabe que su prolongación en el poder, en tales condiciones, es finita. Ese aludido esquema oriental no puede ser instaurado en Cuba porque no es Vietnam ni China. Las nuevas relaciones entre los EEUU y Cuba confirman ese aserto La democracia fundamentada en la axiología occidental, tarde o temprano, se impondrá, tal como dice la canción de Serrat: “Si cuando se abre una flor, el olor de la flor se le olvida a la flor”.

@eloicito

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