Dr. Kenneth Ramírez
Si una situación es definida como real, aunque no lo sea, tiene efectos
reales en términos de comportamientos propios, expectativas y estímulos a
terceros. Con el tiempo, lo irreal o falso se vuelve verdadero. La psicología
social denomina este fenómeno “profecía autocumplida” o “efecto Pigmalión”; en
recuerdo de la historia mitológica griega de aquél Rey de Chipre que cansado de
buscar una esposa cuya belleza correspondiera con su ideal, esculpió una
estatua con los rasgos más hermosos que podía concebir, y tras quedar enamorado
de su obra, le imploró con tanto fervor a la diosa Afrodita para que le diera
vida, que ésta cumplió su deseo.
El Presidente ruso, Vladimir Putin, es un líder con una mentalidad
moldeada por la Guerra Fría –fue agente de los servicios de inteligencia
soviéticos KGB. Esto le lleva a tener una profunda desconfianza en Arabia
Saudita, ya que considera que el finado Rey Fahd ayudó a Ronald Reagan a
destruir la Unión Soviética inundando el mercado petrolero en 1986. Por
extensión, ha considerado que la guerra de mercado lanzada por el Ministro de
Petróleo saudita, Alí Al-Naimi, contra los productores esquistos de EEUU –la
cual ha generado una caída de 60% en los precios del petróleo en el último año-,
es en realidad un castigo saudita a Rusia por apoyar a Irán y Assad en Siria, y
una ayuda a su aliado Barack Obama en el conflicto de Ucrania. Esto quedó en
evidencia en una declaración de Putin donde señaló que “hay un elemento
político” en una caída de precios que ha generado un difícil cuadro económico
en Rusia: Déficit presupuestario, devaluación del rublo en 43%, contracción del
PIB en -3,8% para 2015, inflación en 16,7% -la más alta en 13 años-, y caída de
reservas internacionales hasta 340 millardos de dólares.
Con un mercado signado por una demanda débil y un exceso de oferta de 2
millones de barriles diarios, y dada la poca disposición de Riad y Moscú a
recortar producción, la intervención de Putin en Siria iniciada el pasado 30 de
septiembre -la mayor fuera del antiguo espacio soviético desde la invasión de
Afganistán en 1979- con bombardeos masivos y el despliegue de un batallón de
infantería de marina en Latakia, es una respuesta a la supuesta reedición por
Washington y Riad de la estrategia de 1986. Hasta ahora la jugada de Putin ha
tenido poco impacto en los precios, pero en sus cálculos, esto podría cambiar
por 3 razones.
En primer lugar, aumentará la presión financiera de Arabia Saudita que
apoya a los rebeldes sirios que luchan contra Assad, contra la franquicia de
Al-Qaeda en Siria –el Frente Al-Nusra-, y contra el Estado Islámico de Irak y
Levante –por sus siglas en inglés, ISIS- a la vez. Riad también encara un
déficit presupuestario y un descenso de sus reservas tras la caída de sus
ingresos petroleros, la amplia política de subsidios para tener apaciguada a su
población y el apoyo a sus aliados en las guerras abiertas en Siria y Yemen
donde se enfrenta indirectamente a Irán por el liderazgo regional. Para
contener esto, el Rey Salman ha ordenado un recorte de gastos que ha generado malestar
en la Casa Real, desde donde han trascendido cartas de algunos Príncipes llamando
a relevarlo por incapacidad mental y a sus dos Príncipes herederos por mala
gestión. Frente al dilema de arriesgar la sobrevivencia de la dinastía o
mantener la guerra petrolera supuestamente delegada por EEUU contra Rusia, Arabia
Saudita retrocedería.
En segundo lugar, la presencia rusa agrega inestabilidad a una región ya
muy convulsionada, y vital para el mercado petrolero. Aunque el riesgo
geopolítico no se refleja actualmente en los precios que siguen por debajo de
50 $/Bl, esto podría cambiar ahora que Putin busca construir una esfera de
influencia a partir del eje shiíta, tras la firma del acuerdo de cooperación en
materia de inteligencia con Irán, Irak, la Siria de Assad, y con el apoyo de Hezbollah
desde El Líbano, contra ISIS como coartada diplomática. Esto ha sentado muy mal
en Turquía y Arabia Saudita, lo cual podría atizar los choques entre sunitas y
shiítas en varios escenarios.
En tercer lugar, Rusia ha fortalecido a Irán como rival regional de
Arabia Saudita, tanto al apoyar a Assad como aliado en común, como al
posibilitar su regreso al mercado petrolero con la firma del acuerdo nuclear.
Teherán forzaría a un recorte de producción de Riad dentro de la OPEP, y fuera
de la misma ante la necesidad saudita de dinero para poder encarar la puja
geopolítica de su rival.
El Príncipe heredero Mohamed bin Salman se reunió con el Presidente
Putin al margen del Premio de la Fórmula 1 celebrado en Sochi a principios de
octubre, para transmitirle el malestar saudita con su aventura siria. De aquí
sólo trascendieron vagos llamados a la cooperación y a mantener consultas, así
como la reiteración rusa de que el objetivo de su intervención es derrotar a ISIS.
Acto seguido, Saudi Aramco empezó a vender petróleo con amplios descuentos -de
hasta 1 $/Bl- a refinerías en Europa -el mercado donde Rusia destina 62% de sus
exportaciones petroleras-, incluso en Polonia -vecino de Ucrania, con un fuerte
nacionalismo anti-ruso y catalizador de los esfuerzos para reducir la
dependencia europea de Moscú-, donde ya busca adquirir almacenamiento en Gdansk.
Ahora que Arabia Saudita considera que Rusia se ha aliado estrechamente
con el eje shiíta liderado por Irán en Medio Oriente, mantendrá su estrategia
de defensa de cuota de mercado y la amenaza al mercado premium de Rusia. Putin ha sido víctima del “efecto Pigmalión” con
su intervención en Siria, desencadenado la guerra petrolera que desde un
principio consideró que existía. En este contexto, la reunión técnica que se
celebrará mañana entre países OPEP y No OPEP en Viena, donde Venezuela promoverá
el establecimiento de un sistema de bandas con un piso de 70 $/Bl y un objetivo
posterior de 100 $/Bl, luce con muy pocas probabilidades de éxito. ¿Y usted qué
opina?
Publicado originalmente en El Mundo Economía y Negocios
@kenopina