Embajador (r) J.
Gerson Revanales
Las
pasadas semanas han sido especialmente
noticiosas en materia internacional por diferentes acontecimientos como fueron:
la gira papal, la Asamblea General de la ONU y los discurso de los Jefes de
Estado; las reuniones bilaterales dentro del marco de la Asamblea y fuera de ella;
y algunos acuerdos alcanzados, donde la Diplomacia Vaticana jugó un papel clave
en su definición.
La Diplomacia Papal en
términos históricos podría remontarse mas allá de las luchas calvinistas,
luteranas y de los Borgia donde la Iglesia como poder espiritual, tuvo sus
intereses terrenales; sin embargo, El Vaticano, como Estado obtiene su
reconocimiento internacional con personalidad jurídica y responsabilidad
internacional con el Tratado de Letrán de 1929 firmado por Benito Mussolini en
representación del Rey de Italia, y el Cardenal Gasparri en nombre de Pio XI. Durante
el período de Pio XI se caracteriza por un mutismo, posiblemente por sus
acuerdos para tratar de apaciguar al nazi-fascismo.
Pio XII enmendó los pasos
de su antecesor, oponiéndose en forma cauta al nazi-fascismo y protegiendo a
miles de judíos ante la persecución. No obstante, fue el primer político en
pronunciarse en contra de las decisiones alcanzadas en Potsdam: No apoya la
creación de la ONU y manifiesta en una pastoral que “El edificio de la paz se
apoyará en bases débiles que amenazan derrumbarse, cuando se establecen las
fronteras con una sola plomada”.
Es a partir de la entrada
en vigencia de la nueva constitución del Vaticano, 15 de agosto de 1967, Regimini Ecclesiae universae, que el
Secretariado de Estado es reorganizado y encargado de llevar las relaciones con
el extranjero.
Con esta reforma, y con la
elección del Nuncio Apostólico ante Paris y primer observador de El Vaticano
ante la UNESCO, de Angelo Giuseppe Roncalli -quien sería más tarde electo Papa con
el nombre de Juan XXIII-, se produce un cambio radical en el Estado eclesiástico.
El Papa Juan XXIII al convocar al Concilio Ecuménico bajo el nombre de Vaticano
II y pronunciar su encíclica Pacem in
Terris, 11 de abril de 1963; por primera vez apoya, en nombre del Estado
eclesiástico, los trabajos de la ONU y la coexistencia pacifica. A partir de
Juan XXIII comienza el resurgimiento moderno de la Diplomacia Vaticana. En el
momento de su muerte, el 3 de junio de 1963, las Naciones Unidas baja la
bandera a media asta en su reconocimiento como Jefe de Estado y a los pocos
meses de ese mismo año el Secretario General de la ONU, U. Thant, hace una visita de cortesía al
nuevo Papa Pablo VI quien nombró su observador
permanente ante las Naciones Unidas. Pero la mayor prueba de eficiencia de la
Diplomacia Papal es su participación en el derrumbamiento del Muro de Berlín bajo
el liderazgo del Papa polaco.
Sin dejar la historia de
lado; el Papa Francisco le ha dado a la Diplomacia Papal un vuelco público al
salirse de los cánones tradicionales y recurrir a una diplomacia de contacto
con los ciudadanos, incluso con el uso de las redes publicas que lo ponen a
competir en popularidad con las estrellas del Pop y la alfombra roja.
El Papa Francisco en su
primer desafío logró sentar a israelíes y palestinos. Hoy en su agenda
contabiliza su contribución al restablecimiento de las relaciones EEUU-Cuba, el
encuentro del Presidente Santos y las FARC, sus visitas a Paraguay, Bolivia,
Ecuador, Cuba y EEUU, su discurso en las Naciones Unidas; todas muestras de una
nueva Diplomacia Vaticana en acción.
Durante la Segunda Guerra Mundial,
Stalin preguntó “con cuantas divisiones contaba el Papa”. Hoy vemos que ni con Sukhoi
ni fragatas, con sólo la palabra y las “sandalias del pescador”, ha llamado a
poner orden en la Casa con su exhortación apostólica “La Alegría del Evangelio”
y su extraordinaria encíclica “Laudato si”.
La Diplomacia Papal tiene
que ser un ejemplo para los Jefes de Estado; en particular para Nicolás Maduro.
El Estado de confrontación, la carrera armamentista y la compra de vetusto
armamento ruso, no son la solución a los problemas de los venezolanos.
@grevanales
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