Dr. Kenneth Ramírez
El Septuagésimo Aniversario de la ONU será recordado por la aprobación
el pasado 25 de septiembre, de la llamada Agenda
2030 (“Transformar nuestro Mundo: La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”,
Resolución A/RES/70/1), después de tres años de amplias consultas. Tras un
cumplimiento parcial de los 8 “Objetivos del Desarrollo del Milenio” adoptados
hace tres lustros, resulta importante que se haya podido establecer un
compromiso global para atender a cuestiones tan urgentes como el cambio
climático, la pobreza extrema, trabajo decente y crecimiento económico, salud,
el acceso universal a la energía, la educación de calidad, entre otros, en los
17 “Objetivos de Desarrollo Sostenible”.
No obstante, han sido múltiples las críticas, ya sea por la
proliferación de los nuevos objetivos respecto a sus antecesores; la variedad
temática debido a la confluencia de las agendas de pobreza y cambio climático
que puede llevar a una dispersión de esfuerzos y dilución de compromisos; la
especificación de 169 metas que no siempre son tales debido a su vaguedad y
distintos niveles de exigencia, dificultando así su gestión; y la ausencia de
un debate sobre la reforma de la ONU como institución que pueda implementar y
dar seguimiento efectivo.
En materia de energía, el séptimo Objetivo de Desarrollo Sostenible pide
“asegurar el acceso a una energía asequible, fiable, sostenible y moderna para
todos” en 2030, con cinco metas: 1) Asegurar el acceso universal a los
servicios de energía asequibles, fiables y modernos; 2) Aumentar la
participación de las energía renovables en la matriz energética mundial; 3) Duplicar
la tasa global de mejora de la eficiencia energética; 4) Aumentar la
cooperación internacional para facilitar el acceso a las tecnologías de energía
limpia y su investigación, incluida las renovables, la eficiencia energética y tecnologías
limpias de combustibles fósiles; 5) Ampliar la infraestructura y mejorar la
tecnología para el suministro de servicios de energía modernos y sostenibles
para los países en desarrollo, en especial, los pequeños Estados insulares y
sin litoral.
Como vemos este objetivo plantea la búsqueda de un modelo energético
sostenible, que aumente el número de personas con acceso a formar modernas y asequibles
de energía, y eleve el porcentaje de energía consumida que procede de energías
renovables. En este sentido, se propone abatir los dos desafíos globales más
urgentes relacionados con la energía, a saber: la pobreza energética ocasionada
por la falta de acceso a servicios modernos de energía en los países en
desarrollo –una de cada cinco personas en el planeta no tiene acceso a la electricidad;
y casi la mitad de la Humanidad depende de la quema de madera, estiércol y
carbón para cocina y calefacción-, y el altísimo despilfarro y polución en los
países desarrollados que ocasionan el cambio climático.
En la III Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la OPEP celebrada
en Riad en noviembre de 2007, los Estados miembros se comprometieron a la
erradicación de la pobreza energética a escala global, y encomendaron al Fondo
OPEP para el Desarrollo Internacional (por sus siglas en inglés, OFID) movilizar
un fondo rotativo de más de 1 millardo de dólares para tal fin; el cual ha
permitido financiar proyectos de electrificación rural, generación eléctrica
renovable, construcción de infraestructuras energéticas, y donaciones de
cocinas modernas en más de 120 países en desarrollo. Además, el OFID forma
parte de la plataforma “Energía Sostenible para Todos” (por su acrónimo en
inglés, SE4ALL) impulsada por el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon,
desde 2011, la cual preparó desde la “Conferencia Rio+20” la dimensión
energética de la Agenda 2030.
Asimismo, los Estados miembros de la OPEP han desplegado mecanismos de
cooperación que han mejorado el acceso a la energía, como Venezuela con
PETROCARIBE que fundó en junio de 2005 –garantizando en promedio un 32% de la
demanda petrolera de los 18 beneficiarios y financiando 50% de la factura que
ascendió a 28 millardos de dólares en este período de 10 años, lo que tuvo un
impacto positivo en sus economías de 2,5% del PIB/año, según el SELA y el FMI-,
y Arabia Saudita con la “Iniciativa de Energía para los Pobres” que lanzó en junio
de 2008.
No obstante, lejos de la complacencia, Venezuela tiene mucho por hacer
en relación a la Agenda 2030 y su
objetivo séptimo. El nuevo Plan Estratégico de PDVSA 2016-2025 debe considerar
como prioridad la reducción del venteo y quemado de gas natural en sus
operaciones (Venezuela se ubica en el octavo lugar a nivel mundial), la reducción
de las emisiones de gases de efecto invernadero en todas sus instalaciones
–sobre todo refinerías y mejoradores-, mejora de la eficiencia energética en
todos sus instalaciones y procesos, considerar el impacto ambiental en el
desarrollo de la Faja Petrolífera del Orinoco, la aceleración de los muy
retrasados proyectos de gas natural, y el impulso a la investigación del
INTEVEP de tecnologías para el uso y consumo limpio de los hidrocarburos como
el secuestro y captura de carbono. Asimismo, los Ministerios de Petróleo, Energía
Eléctrica y Eco-socialismo deben desarrollar un plan de energías renovables y
eficiencia energética que se beneficie pragmáticamente de la cooperación
internacional, reactive proyectos renovables como los parques eólicos en
Paraguaná y la Guajira y las plantas de bioetanol proveniente de caña de
azúcar, mejore la eficiencia de las infraestructuras energéticas, asegure el
servicio eléctrico fiable en zonas rurales, fomente la educación y la
investigación para la eficiencia y el ahorro energético, y tome en
consideración iniciativas como el Plan de Energía Solar de Arabia Saudita –que
se fijó como meta satisfacer 20% de su demanda eléctrica con energía solar para
2032- y el Plan de Energías Renovables de Brasil –que se fijó como meta
satisfacer 20% de su consumo con renovables para 2030, sin considerar las hidroeléctricas.
¿Y usted qué opina?
Publicado originalmente en El Mundo Economía y
Negocios
@kenopina
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