Dr. Carlos Romero
Las señales de alarma sobre el comportamiento reciente de
la economía china han llevado a una reconsideración general sobre el papel
mundial de los así llamados "países BRICS" y sobre sus posibilidades
autonómicas en el contexto de la pos-Guerra Fría.
La configuración de los países BRICS es el resultado de
la compleja discusión que se abrió en los primeros años de este siglo sobre la
necesidad que tenían algunos autores y diplomáticos de superar el esquema
bipolar para la comprensión de la actual realidad internacional. Se trataba
entonces de definirla como en una transición hacia lo multipolar. A esta
reflexión se le añadió el reconocimiento del papel llevado a cabo por los
sectores multilaterales y transnacionales en esta nueva estructura mundial.
No se trata tan solo de puntualizar los problemas de
China, añadiendo el tema de su aspiración militar en el Océano Pacífico. La
pretensión rusa de reconfigurar la geopolítica europea y mundial también es
observada con ojo clínico, al intervenir directamente, luego de muchos años de
pasividad, en el juego del poder. Véanse en particular, tanto los casos de
Ucrania y Siria, como la controversial toma de Crimea.
India se debate entre su desarrollo constante de su
economía y los problemas sociales que experimenta ese subcontinente, la
herencia de unas tradiciones milenarias y del peso de la dominación británica.
De igual modo, Brasil presenta tanto problemas de legitimidad de su gobierno
como una crisis de productividad y de crecimiento. Sudáfrica es una caldera
social a punto de estallar.
Los problemas ya citados han llevado a una especie de
devaluación sistemática de la apuesta por los BRICS. Esto no significa
necesariamente que estamos ante la presencia de un mundo unipolar o bipolar. Se
trata tan sólo de señalar lo relativo que es el poder de esos países y cómo se
sobrevaluó su potencial en el momento en que se planteó, con un sobrado
optimismo, una nueva configuración global.
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