Lic. Jonás Estrada Aguilera
El encuentro entre el Presidente de la República de Turquía, Recep
Tayyip Erdogan, y el Presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, el pasado
9 de agosto en San Petersburgo, puso fin a 7 meses de congelamiento de las relaciones
bilaterales tras el incidente en el que las fuerzas militares turcas derribaron
un Su-24 el 24 de noviembre de 2015. Como retaliación, Moscú impuso duras sanciones
económicas a Ankara.
Unas de las razones de la reanudación de las relaciones
turco-ruso, es que el Estado turco ha estado revisando su política exterior,
teniendo en cuenta que Turquía se encuentra ante una situación de distanciamiento
con Washington, por el caso del clérigo y multimillonario musulmán e
intelectual turco Fethullah Gülen, quien ha sido acusado por Erdogan de apoyar
e influenciar desde EEUU donde se encuentra auto-exiliado el intento de golpe
de Estado contra el gobierno de Erdogan; y sus complejas relaciones con
Bruselas desde la gestión de la crisis de los refugiados y el affaire con el humorista alemán Jan Böhmermann
hasta el dilatado y accidentado proceso de adhesión a la UE, por no mencionar el
conflicto kurdo. El Presidente Erdogan ha señalado que ya no está interesado en
formar parte de la UE, ni la UE no ha tenido real interés en aprobar el ingreso
de Turquía dado su peso demográfico, su cultura musulmana y su posición
geográfica que arrastraría a Bruselas a involucrarse de manera directa con conflictos
del Medio Oriente. Todo esto, ha llevado a Turquía a sopesar un posible pivote
hacia el Este, es decir, un “giro euroasiático” en su política exterior.
También vale acotar que Rusia fue uno de los pocos países que se
pronunció más claramente en contra del fallido golpe de Estado en contra de Erdogan
el pasado 15 de julio, y eso también permite al Estado turco revisar su política
exterior que ha sido considerada muy ambivalente e incierta en algunos temas como
su lucha contra el grupo terrorista Dáesh y la aceptación de los refugiados del
conflicto en Siria e Irak.
Otras de las razones reales del restablecimiento de las relaciones
ruso-turcas es que desde el congelamiento de las relaciones ha perjudicado a
ambos países, pero más a Turquía, ya que el mismo gobierno turco ha reconocido
que pierde 9 millardos de dólares al año a causa de las sanciones económicas,
lo que supone 1,2% de su PIB. Las mayores pérdidas se deben a los ingresos
procedentes del turismo, más de 5 millardos de dólares, seguidas por el sector
textil que suponen 1,2 millardos al año.
Desde la óptica rusa, debemos considerar en primer lugar, que Turquía
es el segundo mayor consumidor de gas ruso. En 2015 Gazprom suministró 26.900
millones de metros cúbicos de gas natural a Turquía, solo por detrás de
Alemania, y supone el 55% de las necesidades del país. Es más, en diciembre de
2014, Gazprom y la turca Botas firmaron un memorándum para la construcción de
un segundo gasoducto por el lecho del Mar Negro, el Turkish Stream, con una capacidad de sesenta y tres millardos de
metros cúbicos anuales. Tras la ruptura de relaciones el proyecto quedó
aplazado indefinidamente. Sin embargo Turquía fue incapaz de encontrar fuentes
de suministro alternativas y continuó comprando gas de los gasoductos
existentes. Ahora Turquía va a impulsar junto con Rusia la construcción del
gasoducto el Turkish Stream.
En segundo lugar, la parte más significativa de los activos
extranjeros del mayor banco de Rusia, el estatal Sberbank, se encuentra en
Turquía. En junio de 2012 adquirió el turco Denizbank por 3,5 millardos de dólares.
Aunque no ha sido una operación muy exitosa ya que la capitalización del banco
turco ha caído de manera constante desde entonces, hasta llegar a los 2,6
millardos en junio de este año. Según el diario ruso Védemosti, Sberbank tenía la intención de vender estos activos,
algo que ha sido negado oficialmente.
En tercer lugar, los rusos necesitan los resorts turcos. A pesar
del desarrollo del turismo doméstico los agentes turísticos rusos han sido
incapaces de encontrar alternativas a los hoteles turcos, uno de los países más
visitados. En mayo de 2016, la búsqueda de viajes se redujo en un 15,5%
comparado con el mismo período de 2015. Además, muchas personas deciden no
viajar tras el cierre de un de los destinos más populares.
En cuarto lugar, tras la ruptura de las relaciones, Moscú impuso
un veto a la exportación de productos alimenticios turcos. Durante largo tiempo
el país fue uno de los principales suministradores, y esto aumentó tras las
sanciones impuestas por EEUU y la UE tras el conflicto en Ucrania. Según datos
del Ministerio de Desarrollo Económico ruso, en los primeros cuatro meses del
año en comparación con el mismo período del año anterior, se produjo un
descenso de 274,6 millones de dólares y se pasó a no importar nada. Por
ejemplo, antes de las sanciones, el 53% de todas las importaciones de tomate a
Rusia procedían de Turquía, y esto ha encarecido los precios para el consumidor
ruso.
En quinto lugar, los constructores turcos han realizado algunos de
los proyectos de construcción más
importantes de Moscú. Por ejemplo, la empresa Enka renovó el edificio de la
Duma Estatal, mientras que Renaissance Construction construyó la oficina
principal de Gazprom en San Petersburgo. Según datos del diario ruso Kommersant, los beneficios anuales de
las constructoras turcas en Rusia ascienden a 773 millones de dólares anuales.
Tras el deterioro de las relaciones, las empresas solo podían terminar los
proyectos que estaban en marcha, afectando proyectos de infraestructura de
interés para el Kremlin.
No obstante, vale la pena circunscribir que la reconciliación y
reanudación de las relaciones entre Rusia y Turquía alcanzada en la reunión de San
Petersburgo, no debe estimular expectativas infundadas ni demasiadas esperanzas.
En las relaciones entre Moscú y Ankara aún existen demasiados problemas e
importantes contradicciones como para afirmar que se ha puesto la primera
piedra de una nueva “alianza estratégica”, porque aún hay temas difíciles que
se tienen que tratar entre ambos Estados, aunque la reconciliación actual
supone un progreso considerable. Dichos temas son:
1. Las posturas diametralmente opuestas de los dos países en el
conflicto sirio. Vladimir Putin apuesta por Bashar el-Assad, mientras que Recep
Tayyip Erdogan intenta derrocarlo. Aunque el gobierno turco parece estar
revisando su postura respecto al tema sirio, tras la operación “Escudo del Éufrates”.
2. Existe un segundo problema relacionado también con la guerra de
Siria: la relación con los kurdos. Para Ankara los guerrilleros kurdos que
luchan en Siria contra los radicales islamistas son sus enemigos, separatistas
y aliados de los “terroristas” del Partido de los Trabajadores de Kurdistán
(PKK), en guerra contra el Presidente Erdogan. Para Moscú, los kurdos sirios
son sus aliados potenciales. Y sus relaciones con los kurdos turcos siempre han
sido especiales, de ningún modo hostiles.
3. El tercer problema está relacionado con el conflicto
armenio-azerí. Moscú, pese al tono moderado de sus declaraciones y a su postura
equidistante, es considerada por todo el Mundo como un potencial aliado de
Armenia, su socio en la OTSC. En lo que respecta a Turquía, este país ni
siquiera intenta mostrar objetividad ni imparcialidad. Ankara está del lado de
Bakú.
4. El cuarto problema consiste en el hecho de que en Turquía
operan sin limitaciones varias organizaciones abiertamente opuestas a Moscú,
algunas de ellas procedentes del Cáucaso Norte y otras formadas por tártaros de
Crimea. Estas organizaciones cuentan con el apoyo de diásporas influyentes,
hasta el punto de que incluso si Erdogan quisiera eliminar este elemento en las
relaciones con Rusia, encontraría una firme resistencia dentro del país.
5. El quinto problema es la crisis de confianza. En Moscú ya no se
habla en público del incidente del avión, pero no lo han olvidado. Como tampoco
han olvidado las declaraciones que hicieron “en caliente” varios políticos
turcos, entre ellos el propio Erdogan, cuyas palabras al respecto no fueron
nada pacíficas. Sería extraño que después del derribo del Su-24 Moscú no sacara
sus propias conclusiones acerca de la fiabilidad y de la previsibilidad de las
acciones del gobierno turco.
6. El sexto problema: el actual acercamiento es en cierto modo
obligado. Occidente trata con cautela tanto a Moscú como, desde hace un tiempo,
a la propia Ankara, y tiende a distanciarse de ellos. En este contexto, el
intento de encontrar un socio alternativo, de romper el aislamiento
internacional, resulta del todo natural. Al mismo tiempo, no existe ninguna
garantía de que, si Turquía logra normalizar sus relaciones con EEUU y la UE,
este país siga apostando por Rusia y desarrollando proyectos como el Turkish Stream. La idea de este proyecto
es llevar gas ruso por el lecho del Mar Negro y el territorio turco hasta la
frontera con Grecia. Para Rusia este proyecto es estratégico para suministrar gas
a Europa evitando a Ucrania.
En conclusión, Erdogan está reposicionando internacionalmente a
Turquía, posiblemente hacia una suerte
de equidistancia entre los intereses del Atlantismo y los intereses de otras potencias vecinas, pero de seguir sus desencuentros con EEUU y la UE puede realizar un “pivote eurasiático” estrechando con lazos con Rusia y fortaleciendo vínculos
políticos y culturales con los países del Asia Central y sus pueblos túrquicos. Aunque aún es prematuro, no podemos descartar esto último, teniendo en cuenta que el Presidente Erdogan
está implementando de manera progresiva un nacionalismo islamizado turco y por
ende desplazando el nacionalismo laico kemalista europeizante y su concomitante alineamiento atlantista.
@jonaspatriota