viernes, 26 de abril de 2013

El peculiar “compromiso con la democracia” de UNASUR


Richard Díaz
El pasado 18 de abril se celebró en Lima (Perú), la Cumbre Extraordinaria de Jefes de Estado y de Gobierno de UNASUR y su Secretario General, Alí Rodríguez Araque, convocada por su Presidente pro-témpore, Ollanta Humala, con el propósito de abordar la crisis política en Venezuela abierta tras las elecciones presidenciales del 14 de abril, en las cuales el Consejo Nacional Electoral (CNE) declaró como ganador al candidato oficialista y Presidente Encargado Nicolás Maduro Moros con el 50,75% de los votos, frente al 48,97% del abanderado de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) Henrique Capriles Radonski, quien desconoció estos resultados, denunció el ventajismo oficial y pidió una auditoría ciudadana al CNE. A pocos días de haberse celebrado dicha Cumbre de UNASUR, es notorio observar que dejó más interrogantes que aportes a la solución de la crisis política venezolana.
 
Quedan muchas dudas por despejarse con el desenlace de la reclamación de la MUD y de su candidato Henrique Capriles Radonski ante el CNE, y de ser necesario, la posible impugnación de la elección ante el Tribunal Supremo de Justicia y otras instancias internacionales. Todo esto en virtud de una realidad innegable: al menos más de siete millones de venezolanos cuestionan actualmente la elección y legitimidad de Nicolás Maduro como Presidente, hasta tanto se demuestre que hubo la debida transparencia en el proceso electoral, mediante una auditoría ciudadana a fondo, y con el fin de que esclarecer la verdadera voluntad mayoritaria de los 15 millones de venezolanos que ejercieron su voto.
 
Si bien el inicio de la Cumbre de UNASUR a sólo cuatro días del evento comicial, estuvo marcado por la tensión que produjeron horas antes las denuncias de fraude y ventajismo de Estado por parte del candidato Henrique Capriles Radonski luego del boletín del CNE, es preocupante ver cómo se dio tan rápido la aprobación de la “Declaración de Lima” que respaldó a Nicolás Maduro como Presidente Electo, la misma noche antes del acto de juramentación. Y que vino además del respectivo acompañamiento y legitimación que le brindaron sus colegas mandatarios al asistir al citado acto en la Asamblea Nacional, ignorando así los reclamos de la otra mitad que se manifestaba con cacerolazos en todas partes. Lo que demuestra una vez más que la teoría realista sigue siendo válida para el estudio de las Relaciones Internacionales: Los Estados actúan de acuerdo a intereses en términos de poder y no en base a principios.
 
Esta clásica premisa del realismo político, tan debatida por pesimista en el ámbito académico, ayuda a comprender las siguientes interrogantes: ¿por qué UNASUR actuó de forma tan apresurada en reconocer y legitimar a Maduro,? ¿Por qué no medió ni ha mediado a estas alturas en el conflicto político abierto en Venezuela? ¿Cuál o cuáles son los intereses que han prevalecido? ¿Por qué le ha restado importancia a la crisis venezolana?
 
Para nadie es un secreto a estas alturas que en el seno de UNASUR, al igual que en MERCOSUR, ALBA y CELAC, existen intereses políticos y económicos directos con el petróleo venezolano, principal promotor de esta nueva integración regional basada en una afinidad política e ideológica, pero que busca con la compra de lealtades entre gobiernos, y por encima de prioridades de orden social a lo interno del país, una mayor participación como bloque en el orden internacional. En la construcción de lo que la Cancillería venezolana denomina un Mundo multipolar, pluripolar y multicéntrico.
 
Como sabemos, la actual crisis política venezolana es producto de la penosa confrontación de larga data entre dos mitades claramente opuestas. Si ese reclamo legítimo de Henrique Capriles Radonski llegase a prosperar en el mediano plazo, sin duda quedaría en entredicho la legitimidad, la credibilidad y el futuro UNASUR por el escaso compromiso asumido con la democracia regional en los momentos más decisivos. Esto puede señalarse, porque de forma irresponsable y siendo la única organización internacional que tuvo acceso al proceso electoral a través de la Misión de Acompañamiento Electoral encabezada por Carlos “Chacho” Álvarez, no valoró el alcance del reclamo realizado por la MUD en la “Declaración de Lima”, y en cambio discriminó de oficio al momento de reconocer y legitimar a Maduro sin mayores preocupaciones. Prueba de ello, es el punto 3 de la citada Declaración en respuesta al pronunciamiento vago del CNE comprometiéndose a realizar la auditoría ciudadana: UNASUR “toma nota positiva de la decisión del Consejo Nacional Electoral de implementar una metodología que permita la auditoría total de las mesas electorales”. Esta postura que no ofrece alternativa alguna ni garantiza la paz ni el respeto a la voluntad soberana, deja sin acompañamiento institucional a las partes en conflicto. Si la crisis se origina por las pruebas de irregularidades y la cuestionada imparcialidad del CNE, no se entiende cómo UNASUR “tomando nota positiva” delegue su confianza y garantía en el agente cuestionado: todo un absurdo.
 
Lo correcto era volver a enviar la Misión de Acompañamiento Electoral de UNASUR a Venezuela, para supervisar todo lo necesario para que se diera cumplimiento a las exigencias de la MUD al proceso de auditoría ciudadana, y develar lo que en verdad ocurrió, con el fin de lograr una solución pacífica, democrática y ajustada a derecho, situación trascendental para el futuro de los venezolanos, y en un segundo plano, para la verdadera integración en América del Sur.
 
El artículo 2 del Tratado Constitutivo es muy claro en los objetivos para alcanzar la integración regional, ya que establece “construir, de manera participativa y consensuada, un espacio de integración y unión en lo cultural, social, económico y político entre sus pueblos, otorgando prioridad al diálogo político”. Obviamente, ese diálogo político en la crisis venezolana no se dio. No puede haber diálogo político para la paz y la estabilidad regional mientras las discusiones en UNASUR se den a puerta cerrada entre Jefes de Estado y sin la presencia de otros actores perjudicados, maxime cuando también representan a los pueblos suramericanos. Incluso y sabiendo esto, el candidato Henrique Capriles Radonski manejó la posibilidad de presentarse voluntariamente en la Cumbre de UNASUR para llevar su reclamo, pero es comprensible que no acudiera si ese “exclusivismo presidencialista” no le garantizaba su participación. Por eso cabe la pregunta: ¿dónde estuvo la prioridad al diálogo político?
 
Aunque es debatible al momento de una toma de decisión -según sea el caso- determinar hasta qué punto los intereses particulares de los grupos de poder como líderes políticos, empresarios o funcionarios burocráticos, privan o no sobre los principios generales de una nación, de una organización internacional o en este caso de un bloque regional; lo que no se discute son las consecuencias que la decisión acarrea en el tiempo. Es lamentable que los intereses económicos y políticos de UNASUR sean tan determinantes y están por encima de sus mismos principios de “soberanía, autodeterminación de los pueblos, solidaridad, cooperación, paz, democracia, participación ciudadana y pluralismo” que pregonan el Tratado Constitutivo y el Protocolo de Georgetown sobre Compromiso con la Democracia. Esta defensa notoria y confesa de UNASUR al Poder Ejecutivo venezolano, al gobernante de turno y de espaldas a la voluntad expresa de los ciudadanos, hace que añoremos aquellas brillantes actuaciones de la Organización de Estados Americanos (OEA) en defensa de la democracia, frente a la caída de los regímenes militares del cono sur en los años 80, o más reciente el rol que desempeñó la misión electoral en el 2000, frente a la controversia por la también dudosa tercera reelección de Alberto Fujimori en Perú, entre otras tantas actuaciones en defensa de la Democracia.
 
En resumen, los gobiernos se deben a sus electores quienes ejercen su soberanía mediante el voto. Si la región sudamericana se plantea con UNASUR “construir una identidad y ciudadanía suramericanas”, la organización no puede ser un “club de presidentes” y estar de espaldas a sus pueblos, quienes han exigido y segurián exigiendo pacíficamente que se haga justicia y se respete su voluntad. Y si no, podemos recordar el caso de Paraguay el pasado año donde el pueblo guaraní fue víctima de la injusta exclusión del organismo por destituir al entonces Presidente Lugo apegado a sus normas constitucionales. El caso de Venezuela le brinda una nueva oportunidad a UNASUR para redimirse y comprometerse realmente con sus principios y propósitos. Es momento de reflexionar: o todos somos demócratas, o ninguno lo somos. No existen espacios para medias verdades en un Mundo tan globalizado como el actual, incapaz de desconocer a los actores no estatales que emergen con protestas a cualquier hora y escenario.
 
Como venezolano creyente en la democracia, sólo me toca preguntarle a UNASUR: ¿Por qué no te comprometes realmente con la democracia?

jueves, 18 de abril de 2013

Las relaciones China - Corea del Norte: Ni amparo ni abandono

Marianela Fernández

La crisis actual en la Península Coreana ha acaparado la atención del Mundo en las últimas semanas, desplazando la intervención en Mali, la crisis económica europea y la guerra civil en Siria del foco de atención.
Uno de los aspectos más importantes para poder entender y encontrar soluciones a esta crisis, es la relación especial que tiene la República Popular China y la República Popular Democrática de Corea (RPDC). China es de lejos el mayor socio comercial de Corea del Norte, siendo fuente de más del 60% de sus importaciones y destino de más de 60% de sus escasas exportaciones, siendo además su principal fuente de alimentos y combustible. Asimismo, China es prácticamente el único aliado político de la RPDC tras el final de la Guerra Fría, y ha evitado que las sanciones internacionales impuestas a Pyongyang debido a su programa nuclear le aíslen completamente. En el marco del llamado diálogo a “seis bandas”, Beijing ha  procurado traer a la RPDC hacia la mesa de negociación tras cada crisis que ha abierto en las últimas décadas con Corea del Sur, aunque la paciencia de los líderes chinos hacia su más problemático aliado, parece haber empezado a agotarse.
Pyongyang siempre ha sido un régimen belicoso, y que pocas veces sigue las directrices que traza el sistema internacional. Sin embargo, su tercera prueba nuclear, llevada a cabo el 12 de febrero de este año, ha puesto a toda la región en tensión y ha incomodado bastante a China –que incluso votó a favor de imponerle nuevas sanciones en el Consejo de Seguridad-. El joven líder norcoreano Kim Jong-un ha abierto una crisis que le ha permitido a la Administración Obama justificar su “pivote al Pacífico” y colocan en entredicho el papel de China como potencia emergente.
Existen varias razones para el mantenimiento de la alianza Beijing-Pyongyang, a pesar de las discrepancias que han enfriado la relación desde la realización de la segunda prueba nuclear norcoreana en 2006. Así, aunque se pueden considerar los lazos culturales, históricos e ideológicos, deben destacarse 3 razones de carácter estratégico.
Primero, la posibilidad de explotar los recursos minerales y energéticos que existen al norte de la RPDC y para los cuales los inversionistas chinos han hecho importantes inversiones. En sí mismos estos recursos no son de tanto peso pero su explotación podría ayudar a la potenciación de la zona fronteriza que tiene China con su vecino de la Península Coreana, recordando que al igual que la frontera occidental, el noreste de China es poco desarrollado. Por supuesto, esta primera razón se puede interpretar también como un intento chino de crear mayor prosperidad en Corea del Norte y hacerla más estable y menos propensa al colapso, situación de la cual emanan las otras dos razones.
En segundo lugar, está el temor chino de que de colapsar el régimen norcoreano -lo cual sin la ayuda china sería a estas alturas un hecho-, oleadas de cientos de miles de refugiados cruzarían la frontera marcada por el río Yalú hacia China. Incluso actualmente el flujo de refugiados ilegales ya ha sido un problema que China ha tenido que enfrentar, llegando al punto de colocar un cerco en la frontera y devolver, con el rechazo rotundo de las organizaciones de derechos humanos, ilegales que han logrado alcanzar territorio chino.
Finalmente está la razón geopolítica para este apoyo, la cual se basa en que la RPDC actúa desde la Guerra Fría como un “Estado tapón” (buffer state) entre China y Corea del Sur, es decir, crea una separación entre el gigante asiático y uno de los principales aliados de EEUU en la región –donde se encuentran estacionadas 29.000 tropas estadounidenses-. Con esta separación China puede sentirse más seguro y no necesitar grandes contingentes militares en esta frontera y concentrarlos en otras zonas, por ejemplo, dedicarlos al “problema” de Taiwán.
Visto de esta forma se pueden entender las razones por las cuales China ha apoyado a este Estado tan particularmente problemático, aunque al día de hoy los costos políticos de este apoyo han aumentado considerablemente. A pesar de que Beijing no ha cambiado sustancialmente su política hacia la RPDC, ha venido adoptando un enfoque más sutil, donde toma distancia públicamente de Pyongyang –e incluso le sanciona- al tiempo que mantiene la cooperación bilateral. Con esto, Beijing parece buscar fortalecer su ascendencia sobre Pyongyang, e intentar abrir espacio para negociar con EEUU las condiciones de su “pivote al Pacífico”, al ser pieza clave para contener las amenazas de Pyongyang a Seúl, como lo demuestra la reciente visita del Secretario de Estado John Kerry al Presidente Xi Jinping.
Además, al cooperar Beijing con EEUU, Corea del Sur y en última instancia Japón –también afectado en esta crisis- para llevar a la RPDC a la mesa de negociaciones, podría lograr otros objetivos de política exterior, como rebajar las tensiones actuales con Tokio surgidas por la problemática de las islas Diaoyu/Senkaku e intentar reafirmar la idea de que China no es una potencia revisionista, es decir, la Doctrina del “Ascenso Pacífico” (和平崛起, heping jueqi) que el gobierno chino ha intentado promover desde 2003.
En consecuencia, aunque hoy por hoy China no puede darse el lujo de abandonar a su incomodo aliado norcoreano, parece haberse acabado la época en la cual le proporcionaba amparo bajo cualquier circunstancia.

jueves, 11 de abril de 2013

La nueva posición de China en el mercado petrolero mundial



Dr. Kenneth Ramírez


La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), en su Informe Mensual del Mercado Petrolero del mes de abril de 2013, señaló que la demanda petrolera mundial aumentará en +0,8 MMBD para ubicarse en 89,67 MMBD en 2013, con 50% de este crecimiento debido a China. Además, el informe agrega que China desplazará a EEUU como primer importador de petróleo a nivel mundial en 2014 –puesto que ocupa desde hace cuarenta años-. China importó 5,74 MMBD en febrero de 2013 e importará alrededor de 6 MMBD a finales de este año, mientras las importaciones de EEUU -que se redujeron en 21% en 2012- se ubicaron en 6,39 MMBD en febrero de 2013 y caerán por debajo de los 6 MMBD a finales de este año. El informe también apunta que China tendrá que importar hasta el 60% de su consumo petrolero este año.
Se trata de un cambio radical de tendencia a partir de 2011, cuando EEUU importó 8,7 MMBD en comparación con China que sólo importó 5,5 MMBD según cifras del Departamento de Energía de EEUU. En 2009, el petróleo representó menos del 20% del consumo energético total de China, con la inmensa mayoría de su consumo de energía (70%) cubierto con carbón.
Los líderes chinos han entendido desde hace tiempo, que el crecimiento exponencial de la dependencia del petróleo importado crea vulnerabilidades. De hecho, muchos analistas creen que Beijing ha realizado inversiones en puertos marítimos a lo largo del Océano Índico siguiendo la llamada “estrategia de collar de perlas”, que está orientada a aumentar la proyección de la Armada del EPL para proteger los buques petroleros que transportan suministros a China desde el Medio Oriente, África y América del Sur.
Por otra parte, el interés de China en pretender reclamar soberanía sobre la mayor parte del Mar del Sur de China, se relaciona en buena medida a las reservas de petróleo y gas que se calcula existen en esas aguas. El Servicio Geológico de EEUU estima recursos prospectivos de petróleo entre 5 y 22 millardos de barriles, y de gas natural entre 70 y 290 billones de pies cúbicos en el Mar del Sur de China. En efecto, ya que la producción de los campos petroleros en tierra de Beijing ha alcanzado su pico de producción, el país ha ampliado su exploración y producción costa afuera, la cual actualmente representa alrededor de 15% de su producción petrolera total.
Al mismo tiempo, con EEUU aumentando su autosuficiencia energética, y la demanda energética de la UE probablemente manteniéndose estancada o incluso disminuyendo como resultado de una mayor eficiencia y ahorro energético, el aumento de las energías renovables en la matriz energética, y su lento crecimiento económico; China podría llegar a tener una presencia dominante en el lado de la demanda del mercado petrolero mundial. Esto se acentuará si las tasas de crecimiento económico de India no son tan dinámicas como se esperan. Según cifras OPEP, en febrero de 2013, India importó 2,45 MMBD de petróleo.
Llevando estas tendencias a un escenario extremo, la dependencia de China del petróleo importado podría ser igualada por la dependencia de los grandes países exportadores de petróleo respecto a China como principal cliente. Así, mientras China seguiría intentando diversificar sus importaciones petroleras desde muchos países, algunos países exportadores correrían el riesgo de perder parte del atractivo mercado chino.
Incluso Rusia es cada vez más dependiente de China como un cliente para sus exportaciones de petróleo y gas, debido a la debilidad de la demanda energética de la UE. Según un acuerdo firmado entre la empresa petrolera nacional rusa Rosneft y la empresa petrolera nacional china CNPC durante la reciente visita del Presidente Xi Jinping a Moscú, las exportaciones petroleras rusas se triplicarán a cambio de un préstamo por 2 millardos de dólares respaldado con suministro petrolero por 25 años. A partir de 2018, Rosneft ha acordado elevar sus ventas de petróleo a China hasta alrededor de 1 MMBD.
Como resultado, China -que era el cuarto mercado destino más grande del petróleo ruso en 2011 - se convertirá en el principal cliente petrolero de Rusia en el próximo quinquenio. China ya se convirtió en el mayor socio comercial de Rusia en 2010, y en 2011 el comercio bilateral alcanzó un máximo histórico de 80 millardos de dólares.
Rusia es el mayor exportador de energía del Mundo y su economía sigue siendo muy dependiente de estas ventas. En 2012, el petróleo y gas natural representaron el 70% de las exportaciones de Rusia y más de la mitad de su presupuesto gubernamental, por encima de la década de 1990, cuando el petróleo y el gas natural representaron alrededor del 50% de las exportaciones del país. En total, las materias primas representan 92% de las exportaciones de Rusia, lo cual denota su vulnerabilidad económica como potencia global re-emergente.
Con la revolución del petróleo y gas de esquisto en América del Norte y la mayor producción petrolera de Irak en la presente década –duplicará su producción hasta alcanzar 6,1 MMBD para 2020-, la posición de Rusia se torna aún más precaria. En este sentido, Rusia se está convirtiendo cada vez más, en el socio menor favorito de China. Beijing lo sabe, y por eso intenta no herir las susceptibilidades de Moscú con gestos diplomáticos como la visita de Xi Jinping al Kremlin en su primer viaje al exterior.
Venezuela debe tomar nota respecto a todo esto. PDVSA se ha planteado elevar el suministro petrolero a China desde 640 MBD en 2012, hasta 1 MMBD en 2015 -27,1% de exportaciones proyectadas, transformándose a partir de ese momento en nuestro principal cliente- y 2 MMBD en la década de 2020 -35,7% de exportaciones proyectadas-; todo esto con mayores costos por flete respecto a otros mercados más cercanos. Para ello, además, PDVSA se dispone a ampliar la producción de la empresa mixta Sinovensa (área Carabobo de la Faja Petrolífera del Orinoco) y desarrollar la nueva empresa mixta PetroUrica (bloque Junín 4) junto a CNPC, así como explorar la posibilidad de desarrollar nuevas empresas mixtas  (en los bloques Junín 10-Sur, Junín 1 y Junín 8) con empresas petroleras chinas e invertir en 3 refinerías en el país asiático (Jie Yang, Weihai y Shanghai) con una capacidad combinada de 800 MBD.
El nuevo gobierno venezolano que surja de las elecciones del 14-A, debe buscar equilibrar los planes petroleros de PDVSA, sopesando los costos y riesgos de colocar demasiados huevos en la canasta china.


lunes, 8 de abril de 2013

Brasil: ¿líder regional y actor global?



Prof. Angel Castillo

Al hablar del denominado grupo BRICS, la expectativa de muchos analistas es que estos países se conviertan en líder de sus respectivas regiones y se proyecten en el escenario multilateral con el sustento de su creciente importancia en lo económico y en lo político (soft power), dando paso así a un sistema multipolar más consolidado. En tal sentido, Brasil parece encontrarse en una disyuntiva sobre cómo conciliar simultáneamente dos roles: el de potencia regional y el de actor global.

En cuanto a ser una potencia regional, una de las interrogantes es el alcance de su influencia en la región y del super-poder hegemónico que ya existe (EEUU) y los contrapesos que parecen estar conformándose ante la expansión brasileña (Arco del Pacífico y relanzamiento de la política exterior de México con el Presidente Enrique Peña Nieto). Brasil parece estar consolidando progresivamente su liderazgo en América del Sur a través del MERCOSUR en su dimensión económica, y de la UNASUR a nivel político y de seguridad. En esta sub-región, su peso económico no tiene rival: cuenta con más de 190 millones de habitantes, el 6to PIB a nivel mundial (casi USD 2,5 billones), el 5to país más extenso con una superficie de más de 8,5 millones de km2, representa el 38,36% de las exportaciones de Sudamérica y el 60,52% de sus reservas internacionales para 2011.

Por otro lado, la diplomacia brasileña ha sido reacia a asumir un rol protagónico dentro de una región disgregada, y no ha buscado propiciar una coordinación evidente de la región en torno a Brasil ni a asumir compromisos de integración más allá del acceso a mercados. Por ejemplo, el Fondo de Compensación Estructural del Mercosur (FOCEM) sólo cuenta con USD 100 millones, mientras Brasil acumula más de USD 360.000 millones en reservas internacionales; a pesar de disponer de estos recursos, Brasil no promueve mecanismos regionales que impliquen aportes financieros importantes, como un fondo de reservas regional, ni tampoco ha procurado consolidar una política exterior común sino en aspectos muy puntuales como el rechazo a las negociaciones del ALCA en 2005.

A nivel mundial, Brasil aspira a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y a ser un global trader, vinculado en comercio y finanzas con los principales mercados mundiales y tener un papel activo en las negociaciones de la OMC. Cuenta también con su participación en el G-20, que ha generado una serie de compromisos para retomar el crecimiento económico mundial con un mínimo de coordinación. Sin embargo, para que Brasil alcance estos objetivos debe superar la descoordinación existente entre los BRICS, con agendas y posiciones relativamente diferenciadas en cuanto a su propia posición en el sistema internacional, así como la falta de coordinación a nivel regional que no le garantiza apoyos para emerger como actor global, pues sí bien Brasil es el gigante de América del Sur, al compararse con los demás BRICS posee menor peso económico, poblacional y militar, e incluso México que no es considerado como potencia emergente, podría ser su equivalente en la región, al punto que en este momento Brasil es más líder de América del Sur que de América Latina.  
 

jueves, 4 de abril de 2013

El ascenso del Sur: ¿sostenible o en la cúspide?


María Fernanda Hernández

Asia y América Latina son regiones parte de los llamados “ascendentes del Sur”, según lo catalogó el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en su informe anual sobre Desarrollo Humano “El ascenso del Sur: Progreso Humano en un Mundo diverso”, donde se habla del crecimiento del Sur, el cual puede mantenerse sostenible o simplemente haber llegado a la cúspide de sus posibilidades.
Las estrategias que desarrollen actualmente estas regiones determinaran indirectamente la sostenibilidad de su auge. Las regiones del Sur, coinciden en algunas características de su status quo, pero al mismo tiempo guardan entre sí diferencias profundas en sus estrategias –o muchas veces, en la presencia y ausencia de planes estratégicos-, lo que generan una amplia grieta a nivel de sus proyecciones de desarrollo.
Una región milenaria como Asia, luego de recuperar su autonomía en el siglo pasado, se encuentra hoy en día llena de prosperidad económica, tigres e innovación, pero también tiene rivalidades geopolíticas y barreras. Sin duda, es el nicho de potencias consolidadas y emergentes, con una capacidad productiva bastante envidiable. Para nadie es un secreto que existe una gran concentración de países en el Sur y Este de  Asia que han generado un foco de tecnología y han desarrollado estrategias de inversión a largo plazo.
América Latina es parte de este Sur en propulsión, luego de superar desde guerras de guerrillas, fuertes crisis económicas y dictaduras brutales. Hoy en día, es una región que tiene -a pesar de algunas excepciones- una amplia estabilidad política y sistemas democráticos consolidados, prosperidad económica y diversos mecanismos de integración, siendo muchas veces envidiada por su “suerte” -recordemos su exitosa gestión e impacto casi nulo de la crisis económica mundial del 2008-. Aunque América Latina posee en común con Asia la prosperidad económica y las múltiples barreras existentes, no posee tigres ni innovación.
Sin embargo, es utópico augurar escenarios sin obstáculos que superar para estas regiones. Ante desafíos transnacionales –erradicación de la pobreza, disminución de la desigualdad, la seguridad ciudadana o el Cambio Climático- no hay una vía más efectiva que la cooperación y la integración regional -como primer paso- e internacional como el ideal.
Si bien es cierto que para Asia, el proceso de integración regional se ha venido desplegando con elementos –como lo son la eficiencia y el pragmatismo de sus acuerdos y mecanismos- que han catapultado diversos grados de desarrollo económico en los distintos países, esto no es sinónimo de un aumento asegurado de desarrollo humano en todas las regiones del continente. Podemos visualizar esta afirmación en la reciente aprobación de nuevas normativas por parte del Ministro de Educación del movimiento islamista Hamas, quienes gobiernan la Franja de Gaza en Oriente Próximo; normas las cuales impedirán que los hombres impartan clases a las niñas de las Escuelas y se dividirán a los niños de las niñas al cumplir los nueve años. 
En el caso de América Latina, observamos una región con países que se encuentra en una permanente carrera de relevo que promueve el enfoque a resolver coyunturas domésticas y no encargarse de un trabajo estructural. Además, existen elementos básicos que mitigan el proceso de integración con visión de desarrollo, y uno de los principales son las diferencias de los modelos ideológicos que debilitan u obstruyen los distintos mecanismos de integración que han sido creados. Es menester destacar que con la reciente desaparición física de Hugo Chávez, este elemento a nivel regional ha perdido fuerzas y quienes esperaban que el Presidente Correa pudiese liderar de manera similar la ALBA, se quedaron con mucho que desear con el resultado de la propuesta de reforma del Sistema de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) de la OEA; situación que resulta entendible, con la falta de los niveles de carisma y acceso a recursos similares a los que poseía el finado Presidente venezolano.
No cabe duda que los contextos de estas dos regiones que describimos se encuentran en proceso evolutivo -seguramente hace veinticinco años, en términos de desarrollo humano, Polonia en medio de la escasez, el comunismo y la pobreza no imaginaba que algún día iba a estar a la altura de la Unión Europea-. La diferencia entre el grado de prosperidad que pueda alcanzar cada región, radicará en la efectividad de las estrategias de promoción del desarrollo y mecanismos de integración que se apliquen.
Si nos ubicamos desde una perspectiva a largo plazo, definitivamente el principal reto a superar para el continente asiático, será penetrar la barrera cultural que mitiga el proceso integrado de crecimiento, donde se pueda generar una ampliación de las capacidades tecnológicas e inversión en educación al resto del continente, que aumente aún más la productividad y despliegue un amplio y fuerte bloque regional. Por otra parte, para América Latina es vital un cambio en los modelos de desarrollo que se han venido aplicando, y diseñar planes para el progreso en el área de innovación; debido a la ausencia de oportunidades, la gran mayoría de los profesionales prefieren invertir sus conocimientos en países que no solo valoren sus capacidades, sino que puedan ofrecerles un alto nivel de calidad de vida, convirtiéndose esto en una profundad perdida no sólo de capital, sino de talento humano.
Será cuestión de tiempo y políticas aplicadas, las que nos darán respuesta de si este auge del Sur se convertirá en sostenible, o si simplemente muchas de estas regiones ya encontraron la cúspide de sus posibilidades.

miércoles, 3 de abril de 2013

¡Debate sí, injerencia no!


Dr. Kenneth Ramírez

Debatir es siempre un ejercicio necesario en democracia; sobre todo cuando los debates se hacen desde el respeto a la diferencia y con argumentos, en lugar de simples descalificaciones al adversario. En este sentido, y en una campaña presidencial tan corta como la actual, los venezolanos merecemos un debate entre los candidatos Nicolás Maduro y Henrique Capriles sobre los principales aspectos que interesan al electorado: seguridad ciudadana, economía, asuntos sociales y política exterior.
Aunque se asume que la política exterior no genera votos, hoy por hoy, es un tema que se utiliza casi cotidianamente en el discurso político. Lo peor no solamente es la manera equívoca en la cual generalmente se utiliza, tratando de subrayar las bondades de tal o cual país y dividiendo falsamente el Mundo entre buenos y malos a partir de una determinada ideología; sino la injerencia a la que nuestra polarización política interna invita a terceros actores.
En este sentido, el video enviado por el Ex-Presidente brasileño Lula da Silva para la clausura de la reunión del Foro de Sao Paulo en Caracas que ha sido transmitido por el sistema de medios públicos, donde después de dar testimonio de sus experiencias con el Ex-Presidente Chávez y Nicolás Maduro, concluye diciendo “Maduro Presidente es la Venezuela que Chávez siempre soñó”; constituye una descarada injerencia en nuestros asuntos internos como quizás no se había visto nunca en una campaña electoral. Un video hecho específicamente para hacer proselitismo político.

Esto es absolutamente inadmisible, y llama mucho la atención que no haya sido rechazado por ninguna de las autoridades de los poderes públicos. Recordemos que hace quince días, la Presidenta del CNE rechazó por “injerencista” e “irrespetuosas” las declaraciones de la Sub-Secretaria de Estado para el Hemisferio Occidental, Roberta Jacobson, por sólo pedir que las elecciones del 14-A se celebren “con los altos estándares democráticos del Hemisferio”. Sin embargo, en el caso del video de Lula, se apoya abiertamente la candidatura de Nicolás Maduro, lo cual a nuestro juicio es aún más grave, y no ha generado aún reacciones oficiales.
Nuestra soberanía debe hacerse respetar. Aquí no caben medias tintas ni doble moral. Toda injerencia es objetable venga de donde venga, ya sea desde Brasil, EEUU, Colombia o Cuba. El Ex-Presidente Uribe es otro actor que se ha dado a la tarea de emitir opiniones sobre asuntos que no son de su incumbencia; y debemos hacer memoria sobre las desafortunadas declaraciones injerencistas emitidas por Raúl Castro en la Cumbre de la CELAC celebrada a finales de enero pasado en Santiago de Chile.
La política exterior venezolana durante la Era Chávez polarizó América Latina, y todas estas acciones muestran que aún allí se encuentran sus repercusiones. Sin embargo, a quien compete decidir entre las candidaturas políticas en liza, es a los venezolanos. La injerencia en nuestros asuntos internos debe cesar.
En lugar de ello, consideramos de importancia que Nicolás Maduro y Henrique Capriles vayan a un debate de altura sobre los grandes temas que interesan a los venezolanos, incluyendo la política exterior. Resulta preferible un debate entre venezolanos que aceptar un intervencionismo vergonzoso.
Ningún país o actor es ingenuo ni absolutamente benigno. Todos tienen sus intereses. En este sentido, la injerencia del Ex-Presidente brasileño y miembros del Foro de Sao Paulo en nuestra campaña electoral, se ha hecho en función de determinados intereses, no de ninguna “solidaridad” inocua o principios abstractos. El gobierno de Venezuela en la última década ha financiado y respaldado a los grupos de este Foro político transnacional. También ha beneficiado indirectamente a los intereses de Brasil con la política exterior de corte ideológico que ha desplegado. Nuestra Cancillería no parece haber caído en cuenta, que mientras los venezolanos nos llevamos los costos de un enfrentamiento abierto con EEUU en la región, Brasilia ha ido construyendo un espacio de influencia como potencia emergente y se ha erigido en árbitro regional, haciendo tratos o discrepando con Washington en función de sus intereses, no por apriorismos ideológicos. Por otra parte, bien es sabido el rol del Ex-Presidente Lula como promotor de los intereses de la empresa brasileña Odebrecht en Venezuela.
Lo más indignante, es que cuando el Ex-Presidente Chávez intentó reunirse con la actual Presidenta Dilma Rousseff durante la campaña electoral brasileña en 2010, ésta evitó reunirse con él a pesar de las simpatías políticas e intereses compartidos. El orgullo de Brasil no podía ponerse en juego. Además, al electorado brasileño podría no gustarle que el líder de un “país simple que sólo tiene petróleo” -como se refirió irrespetuosamente la Presidenta Rousseff respecto a Venezuela en aquella campaña-, se inmiscuyera en sus asuntos internos.
¡Sí al debate, no a la injerencia! Venezuela, al igual que Brasil, merece respeto. Es bueno que nuestros nuevos socios del MERCOSUR lo tomen en cuenta.
Nicolás Maduro fue canciller del Ex-Presidente Chávez por seis años, así que nadie mejor que él para exponer y defender su visión, objetivos y acciones en materia de política exterior. Debido a esta experiencia, y a pesar de su inexistente formación técnica en materia de Relaciones Internacionales, llevaría teóricamente ventaja frente a Henrique Capriles en este asunto, y no debería rehuir al debate.
Los venezolanos merecemos un profundo y rico debate sobre valores, objetivos, intereses, medios, estrategia y posición de Venezuela en el Mundo, que contribuya a desarrollar una política exterior de Estado coherente y eficaz a largo plazo, la cual debe tomar en consideración los cambios extraordinarios que ha experimentado el sistema internacional en la última década y redundar en beneficios para todos los venezolanos.
Acercar posturas teniendo todo esto en mente, disminuir la demagogia, combatir el injerencismo y construir paulatinamente un consenso en materia de política exterior entre los principales actores políticos y de la sociedad civil, es una tarea de urgencia para Venezuela, la cual debe empezar con intercambios de ideas desde el respeto y la razón.
En consecuencia, me pronuncio a favor de un debate y rechazo rotundamente las injerencias vengan desde donde vengan. Ni Lula, ni el Foro de Sao Paulo, ni EEUU, ni Uribe, ni Cuba, tienen vela en este entierro; y deben abstenerse de intervenir en nuestra campaña electoral. Este es un asunto de venezolanos, y es a nosotros mismos a quien corresponde legítimamente opinar, actuar y decidir.

lunes, 1 de abril de 2013

Los recortes fiscales y su impacto en el uso del poder duro de EEUU


Victor Hugo Matos
El poder duro (en inglés, Hard Power) es un concepto de uso común en las relaciones internacionales que describe la capacidad de un Estado de imponer sus necesidades estratégicas a otro mediante el uso de una diplomacia de carácter ofensivo y de su propio poder militar. Es un hecho en sí mismo, que el poder duro ha sido la base de la política exterior estadounidense desde finales de la Guerra Fría, alcanzando su mayor auge durante el período conocido como “Guerra contra el Terrorismo”.
 
No obstante, la crisis económica del 2009 ha terminado por poner en duda la viabilidad del poder duro como elemento predominante en la política exterior de EEUU, como ya ha hecho con las perspectivas positivas que rodeaban la integración europea. La necesidad de revitalizar la economía, ha llevado a las elites políticas estadounidenses a repensar como lidiar con los conflictos internacionales de forma más selectiva, sobre todo en un momento donde los recortes presupuestarios acordados en el Congreso estadounidense reducen el margen de maniobra del gobierno de EEUU en el exterior.
 
Recordemos que el Presupuesto de 2013 estipula un gasto de defensa de 633 MMM$, una reducción importante desde los 728 MMM$ contenidos en el Presupuesto de 2012. Además, la Administración Obama ha planeado reducir en 487 MMM$ el gasto de defensa en la próxima década. Todo ello, reflejando el final de la “Década de Guerras” y dando prioridad a la región Asia-Pacífico. A todo esto debe sumarse, el impacto de los recortes automáticos de gastos (en inglés, sequester) han generado un impacto adicional de 47 MMM$, el mayor recorte del gasto de defensa en la historia de EEUU.
 
La necesaria adaptación que tales circunstancias exigen, no ha tardado en darse en la forma como se enfoca la utilización de los instrumentos diplomático y militar, lo que ha sido favorecido por la Administración Obama. En el aspecto diplomático, EEUU ha decidido cambiar el unilateralismo como principio de su comportamiento internacional que había mantenido desde el 11-S, por una aproximación conjunta, fortaleciendo sus relaciones con países aliados y buscando que la nueva arquitectura internacional sea construida no por EEUU en solitario sino en conjunto con otros Estados para poder repartir la carga que esto implica; una aproximación, que es compatible con el concepto del “gobierno de los más capaces” -en vez del gobierno de un Hegemón- propio defendido por el Neo-liberalismo en el marco de la Teoría de las Relaciones Internacionales.
 
En la perspectiva de la seguridad,  también se observa un cambio importante, dado que por un lado el concepto de conflicto se ha transformado, generando la necesidad de operaciones quirúrgicas y encubiertas para cumplir con un objetivo especifico, por encima del despliegue convencional de grandes contingentes de tropas; y por el otro lado han variado los criterios sobre los elementos que se consideran amenazas para la seguridad nacional dentro de la comunidad militar y de inteligencia de EEUU. Ambos factores, han obrado en tal sentido, que el Pentágono en conjunto con el Consejo de Seguridad Nacional, han comenzando a estudiar cómo adaptar los 5 componentes de las Fuerzas Armadas estadounidenses y las agencias de inteligencia para los conflictos de las próximas décadas.
 
Lo destacable de todo esto, es que el giro en la política exterior estadounidense ha tenido replicas en la forma en que las alianzas se forman o actúan, como el caso del reacomodo dentro de la OTAN para reequilibrar la distribución de fuerzas, y el renovado Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico, que si bien es una alianza economica, tiene ramificaciones politicas y de seguridad; todo lo cual se acopla bien a  esta nueva visión sobre el papel de EEUU en el Mundo.