Prof. Eloy Torres
Definitivamente América Latina es un continente maldito. Dicho esto por
ser empobrecido y degradado por quienes lo han conducido. Sus escasas ideas
llenaron los archivos de la Historia con discursos y proclamas. Muchos creen
ver en el pasado la respuesta a sus problemas. Creemos que esto es la
demostración de una insuficiencia de ideas viables. Ello ha fortalecido “el
canto de sirenas” de esos especímenes que han dirigido al Continente.
Voy a ser directo: Soy de las tesis que el lenguaje “izquierdoso” y su
práctica política populista tienen una cuota grande de responsabilidad. Así es.
Hay quienes muestran ante esta afirmación una cara de asombro y la llegan sólo
a compartir a medias. Sin embargo, insisten en que la culpa mayoritariamente recae
en los “factores de la derecha” pues son los que han gobernado desde que somos
un Continente independiente. No pretendo hurgar en la Historia tras ejemplos.
Ubiquémonos en el siglo XXI. Este Continente
está huérfano de mentes racionales. Todos los que gobiernan, una vez en el
poder, se enferman y se transforman en seres predestinados: comandante en jefe,
comandante eterno, esposas herederas, presidente obrero, presidente indio, comandante-presidente, guerrilleros “heroicos” y luchadores por la liberación y la “dignidad de
los pueblos”. Toda una fauna de individuos nimbados de esa absurda idea del
poder.
Se necesitan respuestas y las mismas no pueden ser reflejo del mismo
discurso de siempre: derechas e izquierdas. Los primeros son los malos y los
segundos los buenos; o viceversa. Ya basta. La discusión se centra en España,
Chile, Brasil, Uruguay, Argentina, y por supuesto Venezuela. El primer país
citado corre desesperadamente tras una pesadilla. Podemos e Iglesias se acercan al poder con la ayuda del dinero y
ejemplo de Venezuela. Ya tienen claro de
cómo se puede destruir un país. Lo que confirma que no es privativo de América
Latina. Ellos lo saben pues, ya tuvieron a Mussolini y Hitler. Hoy el discurso
está renovado: la culpa es de los partidos: el PSOE, PP e Izquierda Unida (lo
que queda del viejo PCE). El segundo país se mueve con dificultades.
Experimenta una crisis de crecimiento y el sistema político que surgió de la
sangrienta dictadura militar, los encontró con un discurso que no se amolda a
las exigencias de una sociedad que cambia a un ritmo muy rápido. El tercero,
Brasil, sufre la desgracia de su tamaño, de su riqueza desigual, como desigual
su composición racial. Un país que experimentó durante mucho tiempo un
aislamiento, luego explota y asume un papel hegemónico. Falta mucho y dudamos
poco en las habilidades de la Rousseff para ir más adelante. Grande y mucha
corrupción como es grande su futbol, hoy en crisis. Sobre Uruguay, por su
tamaño, sus problemas son pequeños, como su población. Un país educado y culto,
poco a poco encuentra, su derrotero. Atrás quedó el fantasma de los Tupamaros,
burdo e irresponsable grupo de guerrilleros, quienes pretendieron encontrar en las tesis del Che
Guevara la solución a sus problemas. Por su parte Argentina, sufre su propia
maldición. Esa condición es específica. Un país formado por diversos elementos
civilizatorios no atina a una síntesis. Individualidades han marcado
positivamente su condición de gran país. No obstante, su dirigencia es
tradicionalmente esclava de sueños fatuos de grandeza. Envenenaron el alma del argentino con un populismo fascistoide
que todavía suena en sus oídos con la misma fuerza de las letras y música de
Carlos Gardel, el morocho del abasto, como le llaman en la bonaerense y bella
ciudad.
Dejamos para el final, a propósito a nuestro país, pues es el mejor que
conocemos. Un país que pensó en 1958, encontrar definitivamente, como diría el
Dr. Germán Carrera Damas, el cauce para la instauración del “primer ensayo
consecuente y sostenido de institucionalización del Estado liberal
democrático”. Pero, esa conjunción adversativa presente en todo discurso,
observa en Hegel una frase citadas pocas veces por el pensador de Jena: la
astucia de la razón. Ella se hizo famosa por que, según él, toda teoría o
creencia encuentra su obstáculo en la historia de los hechos reales. Ella es el
gran desafío que busca afirmarse mediante la idea de que la Historia siempre
encuentra elementos negativos. Venezuela pensó encontrar su senda racional, dentro
de sus dificultades, pues no. En 1992 apareció la sombra militarista,
estimulada por diversos elementos; muchos anclados en su pasado revolucionario,
otros ávidos de poder y riqueza fácil, y
unos ciudadanos que buscaron eludir su compromiso con la civilidad. Nada de deberes, pero si
muchos derechos. El petróleo, oro, agua y tierras son de los venezolanos. Cada
uno buscaba su parte. El hombre y sus conmilitones que pretendieron alcanzar el
poder y fracasaron en 1992, pero luego fueron catapultados por una pléyade de
insensatos medios de comunicación e individuos vestidos con el traje de
“notables”. Hoy todos sufrimos la impaciencia de esos algunos. Hoy esos individuos
están arrepentidos, y otros despiertan de la falsa creencia que los partidos tradicionales
eran los únicos culpables de la crisis del sistema político desde 1998.
Hay que repensar a Venezuela con la participación de todos, incluidos los
que hoy siguen a las falsas banderas del populismo. Lo mismo debe hacer España,
enferma de novedad, con Podemos amenazando sus instituciones. Olvidan que
tuvieron 900.000 muertos y que la Monarquía Constitucional, con sus defectos,
es lo mejor que les ha podido ocurrir a España después de Franco. Brasil, no
termina de digerir que ellos son un país muy grande y que no basta con el fútbol
y la Bossa nova. Chile tímidamente busca asentar una democracia definitiva e
impulsar una economía que satisfaga sus ciudadanos. Uruguay, debe mantener esa
imagen del venerable Mujica, pero un tanto más audaz, al devolverle a sus
ciudadanos más protagonismo. Hoy Tabaré, al parecer lo intenta. Argentina está
obligada a curarse de ese nefasto populismo peronista que ha ensombrecido a la
Argentina en un manto fatuo con la imagen del Che Guevara y para completar con
Maradona. Pobre país no termina de bailar el tango para bailar salsa venezolana,
de donde vienen los petrodólares. ¿Hasta cuándo?
Venezuela es prisionera de un discurso populista militarista. Un Mesías
vino al país en 1992 y lo tenemos todavía, por lo menos en imagen. Hoy lo sufrimos
con su heredero, que se hace llamar “presidente obrero”, quien no sabe si es
presidente, pero tampoco si es obrero. Éste conduce, literalmente al país hacia
un desastre de proporciones apocalípticas, a pesar de tener petróleo. Pobres de
mentes y voluntad, los venezolanos, seguimos
aferrados, falsamente, a una maldita condición: “somos ricos”. Es una riqueza que no ha sido creada por nadie. La
madre naturaleza nos regaló esta maldición. Hagamos un esfuerzo. Es la civilización
y el civilismo los que nos pueden sacar
de donde estamos. Eso sí con esfuerzo y audacia.
@eloicito
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