Embajador Alfredo Toro Hardy
El futuro de Venezuela se sintetiza en una palabra: petróleo.
Encabezamos la lista de los diez países con mayores reservas probadas en el
mundo. Con un factor de recobro del 20% tenemos garantizada la extracción de
300 mil millones de barriles en la Faja del Orinoco. No obstante con los
adelantos tecnológicos el factor de recobro podría llegar a 35%, lo cual se
traduciría en una capacidad de extracción de 504 mil millones de barriles.
Planteado en esos términos no habría razones para no ser optimistas de cara al
futuro.
Las cosas, sin embargo, son más complicadas. El petróleo confronta tres
conjuntos de amenazas. Primero, los avances en las técnicas extractivas que
hacen económico al petróleo no convencional. Segundo, una expansión tecnológica
en áreas diversas que converge en la sustitución del petróleo como matriz
energética predominante. Tercero, la concepción y desarrollo de una logística
que integra a los factores que persiguen la sustitución de la actual matriz
energética.
La primera de dichas amenazas se ha materializado ya con la competencia
proveniente del petróleo de lulita. En 2014 se estimaba que, en base a este
último, la producción petrolera de Estados Unidos podía llegar a 14,2 millones
de barriles diarios en 2020. Ello se traduciría en una era de precios
petroleros bajos. Para evitar la materialización del escenario anterior Arabia
Saudita lanzó un ataque preventivo, por vía de la sobreproducción, en contra de
la rentabilidad del petróleo de lulita. El mismo, sin embargo, no solo se ha
evidenciado infructuoso sino que está propiciando una mayor racionalización y
eficiencia productiva de dicha industria. Lo único que Arabia Saudita pareciera
estar logrando es adelantar en varios años la era de los precios petroleros
bajos.
El petróleo de esquistos o lulitas constituye, desde luego, la más
benigna de las amenazas planteadas. En lugar de propiciar la sustitución de la
matriz energética petrolera, busca tan solo repotenciarla. Gracias a la
fracturación hidráulica y a la perforación horizontal, la producción petrolera
estadounidense podría incrementar entre 100 y 200 por ciento su potencial
productivo para 2025. Ello, sin duda, consolidaría a esta fuente energética. El
problema para Venezuela es que lo haría sobre la base de precios
estructuralmente bajos.
La segunda de las amenazas enumeradas es inmensamente más grave. Allí el
salto tecnológico se hace sentir con toda su fuerza por caminos distintos pero
confluyentes. Algunos datos pueden dar idea de lo planteado. El costo de la
energía solar ha caído en 85% desde el 2000, mientras el de la energía eólica
(viento) ha caído en 85% desde finales de los noventa. En ambos casos se está
replicando de cerca la Ley de Moore, identificada con la tecnología de la
información, doblándose cada dos años la capacidad de la industria de la
energía solar y cada dos años y medio la de la eólica. De acuerdo al más
renombrado futurólogo de nuestros días, Jeremy Riffkin, ambas industrias
avanzan aceleradamente hacia el espacio del cero costo marginal, mientras
detrás de ellas vienen las energías de la biomasa, la geotérmica y la de las
olas. Estas últimas deberán estar alcanzando su verdadero despegue en una
década, proyectando a la energía renovable en una curva exponencial.
El Plan de Energía Limpia lanzado la semana pasada por Obama tiene
inmensa significación. El mismo pone el acento en la energía renovable en un
país que, hasta este momento, había basado su revolución energética en la
industria del esquisto. Pero más allá de la energía renovable el precio de las
baterías de litio ha caído en 40% desde 2009, mientras su capacidad de
almacenamiento ha aumentado drásticamente. Ello comienza a brindar
competitividad a los vehículos eléctricos frente a los de pistón. A la vez, la
biotecnología avanza en la sustitución del petróleo para la elaboración de
plásticos y fertilizantes. La energía de la biomasa, de su lado, está dejando
atrás la fase de fertilizantes intensivos y tierra y agua abundantes, para
adentrarse en una segunda generación de biocombustibles mucho más económicos y
limpios.
La última de las amenazas planteadas se expresa por vía del proyecto de
la "Tercera Revolución Industrial" que desde hace algunos años
adelanta la Unión Europea. El mismo se apoya en cuatro pilares. El primero es
el desarrollo intensivo de la energía renovable que para 2050 deberá
representar 70% de su matriz energética. El segundo sería el de edificios que,
en lugar de ser consumidores voraces de energía, se transformasen en plantas
autónomas generadoras de energía (vía paneles solares u otras fuentes de
energía renovable). El tercero sería el del almacenamiento de la energía
obtenida por la vía anterior a través de la tecnología del hidrógeno. El cuarto
sería el de una red eléctrica europea bidireccional que funcionase bajo los
mismos parámetros de Internet, es decir, que permitiese el intercambio y la
interconectividad de la energía generada por infinidad de fuentes autónomas.
Esta misma red alimentaría, desde luego, a los vehículos eléctricos.
El reto es inmenso.
Publicado originalmente en El Universal
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