jueves, 5 de febrero de 2015

Grecia y el eterno retorno


Prof. Eloy Torres

Nietzsche, popularizó el concepto de los estoicos sobre “el eterno retorno”. El triunfo de  Alexis Tsipras y el movimiento Syriza en Grecia,  lo representa hoy. Una tragedia para ese  país. En la antigüedad, los sofistas hicieron de las suyas con su retórica y verbo dialéctico al convertir mentiras en verdades. Su especulación filosófica impulsó el aliento antropológico. El hombre era el centro de sus reflexiones. Hoy, de nuevo, Grecia experimenta un reencuentro con esos mismos individuos, cuya cabeza visible es el citado joven líder de ese aluvión llamado Syriza.

Nietzsche describió, la dicotomía entre lo apolíneo y lo dionisíaco. Ambos conceptos nacen de las divinidades helénicas (Apolo y Dionisio) El primero representa: la perfección, ponderación y racionalidad; en tanto que el segundo, lo contrario: el éxtasis, disolución de las formas y de todo lo estable. Según Nietzsche éstas se interponen permanentemente, particularmente en el arte. No obstante, nos permitimos extenderlo a la historia y la política.
 
Triunfó el populismo de izquierda en el país donde nació la democracia ¿Acaso morirá en el siglo XXI?  En Venezuela, cuando Aristóbulo Isturiz ganó la Alcaldía del Municipio Libertador, Carmelo Lauría le dijo: “ahora sabrás que no es lo mismo pedir agua que dar agua”. Bueno, el caso de Syriza es similar. Su fogosidad, juventud y carisma, no serán suficientes para enfrentar la tarea de dirigir un país en la Unión Europea, pero en crisis.

La historia enseña que el experimento dionisíaco trae frustración. Venezuela lo confirma. Son más de 15 años con los efectos de la irresponsabilidad de los votantes por el oficialismo y de la oposición. Hoy el país, acaricia una salida de proporciones autoritarias. Grecia, también lo experimentará y aún no lo intuye. El desenlace será trágico. Una vez que Syriza no pueda brindar la felicidad ofrecida,  Grecia abrazará al Partido “Amanecer Dorado” que logró un impactante y creciente tercer puesto. Es un sentimiento que nunca ha salido de sus extrañas; es una nación, ortodoxa y atrasada económicamente. En una ocasión incitamos a leer a Max Weber quien destacó el valor de las naciones educadas en el protestantismo y de cómo éstas alcanzan elevados niveles de desarrollo. En tanto que los países de otras religiones, entre ellas la ortodoxa, son caldo de cultivo para el fascismo. España está a la espera, mientras, Grecia, toda esperanzada, grita: Proto forá, aresterá (Por primera vez, la izquierda) y rechaza la salida apolínea y abraza la dionisíaca. Es el eterno retorno al desastre del cual escribiera Kazantzakis en su novela Alexis Zorba. Un desastre kataplijticó (extraordinario) pero, desastre, al fin.

Publicado originalmente en 2001

@eloicito

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